|
Ilustración de Alberto Ruggieri |
(Del lat. diatrĭba, y este del gr. διατριβή).
1. f. Discurso o escrito violento e injurioso contra alguien o algo.
Real Academia Española
En la etimología de la palabra diatriba hay una curiosa evolución semántica. Diatriba deriva del vocablo latino diatriba, que a su vez proviene del griego diatribé, que significa conversación filosófica, pasatiempo, entretenimiento. Llega al Castellano a través de la palabra francesa diatribe (Corominas).
Aparte de la RAE, otros diccionarios amplían y precisan un poco más esa definición, pero conservándola en lo esencial. María Moliner, por ejemplo, en su famoso Diccionario de uso del español dice: «Ataque. Invectiva. Discurso o escrito que contiene injurias o una censura violenta contra alguien o algo». Y
el novísimo Diccionario de Uso del español de América y España, de VOX, reitera la idea original, pero agrega una segunda acepción: «Discurso escrito u oral en el que se injuria o censura a alguien o algo (Š). 2. Injuria o censura contra alguien o algo». Es pertinente, en verdad, distinguir entre la diatriba como escrito o
discurso, y la diatriba como acto o comportamiento humano.
Pero es bueno advertir que la diatriba, aunque comparta sinonimia con vocablos como invectiva, dicterio, denuesto y algunos más, no debe confundirse con otros actos de parecida carga semántica, pero
que no son lo mismo. Por ejemplo, la calumnia, que es otra cosa y mucho más aborrecible. Se puede emitir el insulto más airado sin que conlleve calumnia. Y esta, a su vez, puede ir dentro de un discurso
totalmente ajeno a la violencia verbal.
En la historia ha habido casos de diatribas muy famosos. Se trata de figuras prominentes, que han manejado la diatriba con un excelente dominio del lenguaje, hasta hacer de ella un arte y llevar tal tipo de discurso hasta la dignidad de verdadero género literario. Son personas de gran cultura e ingenio, en quienes la violencia verbal no se apoya en la vulgaridad ni en la chabacanería, por lo que llegan a despertar la admiración hasta de sus propios enemigos, y aun de aquellos a quienes van dirigidas sus invectivas.
En la antigüedad son famosos los casos de Demóstenes, en Grecia, y Cicerón en Roma. El primero fustigó incesantemente a Filipo, rey de Macedonia y padre de Alejandro, con tal vehemencia que sus
discursos dieron origen a la palabra filípica, definida como «Invectiva, censura acre» (DRAE). El segundo fue igualmente célebre, entre otras cosas por sus diatribas contra Catilina, de donde, de manera semejante surgió la palabra catilinaria: «Escrito o discurso vehemente dirigido contra alguna persona» (Ibídem).