lustración de Michael Parkes |
(Del lat. ineluctabĭlis).
1. adj. Dicho de una cosa: Contra la cual no puede lucharse.
Hablar de catarsis es ,ineludiblemente, hablar de tragedia griega Y entonces quise recordar algo de aquellas tragedias leídas en tiempos universitarios a través de este término que nos recuerda el "destino ineluctable" del que pocas veces podemos escapar.
La tragedia ineluctable
1. adj. Dicho de una cosa: Contra la cual no puede lucharse.
Real Academia Española
Hablar de catarsis es ,ineludiblemente, hablar de tragedia griega Y entonces quise recordar algo de aquellas tragedias leídas en tiempos universitarios a través de este término que nos recuerda el "destino ineluctable" del que pocas veces podemos escapar.
La tragedia ineluctable
En
el siglo VI a.C. se inicia en Grecia un florecimiento artístico que,
aunque responde a claros precedentes, requería un mayor grado de
civilización, y que alcanzaría su plenitud en el siglo siguiente con el
sabio y extenso gobierno de Pericles. Éste promueve que todo el pueblo,
incluyendo a sus sectores más modestos, pueda asistir a los espectáculos
religiosos y teatrales que se representan en Atenas. Así surge y se
populariza la tragedia, representación de origen dionisíaco que poco a
poco ha ido incorporando personajes individuales que dialogan entre si,
encarnando tramas dramáticas cada vez más complejas, que son explicadas o
comentadas por el coro.
El primer gran dramaturgo fue Esquilo,
un veterano de las guerras médicas, que a mediados del siglo VI a.C.
llegó a triunfar en doce certámenes dramáticos y obtuvo galardones por
sus obras en cincuenta y dos ocasiones. De su amplísima producción han
podido conservarse siete piezas notables: Prometeo encadenado, Los siete
contra Tebas, Los Persas, y Las suplicantes, además de la trilogía
llamada La Orestíada (Agamenón, Las Coéforas y Las Euménides).
Las
tragedias de Esquilo son tremendas y tenebrosas, llegando en su tiempo a
aterrorizar a los espectadores. Su tema de fondo es siempre la fuerza ineluctable del destino, expresada en audaces metáforas y con un profundo sentido religioso.
Poco después aparece en escena Sófocles,
que durante unos sesenta años será el dramaturgo preferido por el
pueblo ateniense, al que cautiva y conmueve con más de cien exitosas
tragedias. De ellas han quedado también siete, entre las que sobresalen
Antígona, Electra, Edipo Rey y Edipo en Colona, que refieren la mítica
saga de la dinastía real de Tebas. Tal vez Sófocles no alcanza la
grandeza trágica de algunas escenas maestras de Esquilo, pero su verso
rico y expresivo otorga matices más complejos a unos personajes que han
llegado a ser arquetipos del infortunio de hombres y mujeres ante la
fatalidad que marca sus vidas.
El terceto de padres fundadores de la tragedia se completa con Eurípides, que suaviza el poder inexorable de la predestinación en los conflictos humanos, para resaltar la intervención de las pasiones.
Este
autor pone por primera vez sobre un escenario el juego del amor, el
odio, los celos, la envidia y el ansia de poder como sentimientos que
rigen los destinos terrenales, aunque los dioses sigan vigilando desde
el foro. Como obras principales de este dramaturgo más "moderno" que sus
ilustres predecesores, se cuentan Alcestes, Medea, Las troyanas,
Orestes e Ifigenia en Táuride, entre las diecisiete tragedias que han
llegado a nuestros días.
Fuente Magnaverum