jueves, 25 de noviembre de 2010

Anacoreta

Temptation of Saint Anthony / Salvador Dalí
(Del lat. mediev. anachorēta, y este del gr. cristiano ἀναχωρητής).

1. com. Persona que vive en lugar solitario, entregada enteramente a la contemplación y a la penitencia.

Real Academia Española

La palabra anacoreta procede del griego, y significa "alejado, el que se retira".
El anacoreta es una persona que vive en un lugar solitario, retirado del trato con el resto de la sociedad y entregado con totalidad a la vida contemplativa.
Para los griegos, el exilio, el apartar a alguien de su polis, era el mayor de los castigos. Sin embargo, los cristianos lo convirtieron en una virtud, y si bien lo de la penitencia nos recuerda el ostracismo griego, la contemplación nos remite directamente a los hindúes, al ermitaño o asceta que medita en las cuevas.
En efecto, el origen de los anacoretas se remonta a la India y al antiguo pueblo de Israel. Ya en tiempos cristianos, y debido a las persecuciones durante los siglos II y III,miles de personas fervientes creyentes, abandonaron sus familias y pertenencias, así como todo lo que se relacionaba con su vida mundana, refugiándose en los desiertos de la Tebaida (Egipto). Poco a poco los anacoretas se fueron reuniendo y formaron cenobios en los que se hacía la vida en común, siendo esto el origen de las órdenes monásticas.

2 comentarios:

Barros Matos dijo...

Un anacoreta puede ser, también y simplemente, un solitario. Puede vivir en sociedad pero dentro de ella, está encerrado en la cueva de sus hondos, profundos pensamientos, siempre en el pasado, en lo que no fue. Al contrario de quienes en otros tiempos se unieron en un cenobio, este vive consigo mismo, rodeado de gente común, para quienes, al verlo, es otro ser común que camina la ciudad. Él no los ve, no los siente, no los vive. Este es uno de esos casos.

El domingo se iba yendo despacio, alargando los minutos, apagándose en el gris espectral de una llovizna de otoño. Las hojas secas, quietas, inmovilizadas por la lluvia, cubrían de tristeza los senderos de la plaza.
Tarde de solitarios, pensó.
La vidriera del bar, opacada de lluvia, le devolvía la imagen distorsionada de un rostro que no era el suyo. Que no era el que fue. Un rostro agrietado, de ojos opacos, que, adivinaba, venía de ese futuro que estaba comenzando.
El rostro de la soledad. De cuando ya no queda nada. De olvidos y nostalgias, de sueños rotos en pedazos, desparramados detrás suyo, siguiendo cruelmente su sombra.
Así será y así seré, suspiró.
No intentó nuevamente bucear en la profundidad del alma, buscando un remordimiento gastado de esperar en vano, ni una culpa en la cual ampararse, ni...
Al salir del bar, la lluvia le recordó el paraguas olvidado junto a la mesita.
No se volvió. Comenzó a caminar lentamente. Al pasar junto a la vidriera, lo vio colgado del respaldar de la silla.
El también, pensó. .
Tarde de solitarios.

vicky dijo...

Editora!! Falta Magulladoo!!
Cuando sea grande quiero ser Anacoreta!!

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