Óleo de Antonio Fuertes / Ensoñación en la Alhambra |
(Del fr. guzla).
1. f. Instrumento de música de una sola cuerda de crin, a modo de rabel, con el cual los ilirios acompañan sus cantos.
Real Academia Española
Esta palabra creería que es desconocida para la mayoría de nosotros.
El término guzla se utiliza con frecuencia en Europa oriental y sud oriental y designa a un instrumento en el que se pulsa una sola cuerda. La técnica de ejecución es rudimentaria y de fórmulas repetitivas.
El instrumento representado en la foto colocada al pie es originario de la ex Yugoslavia y se encuentra también en Macedonia y Serbia.
Quise recuperar esta palabra para rememorar un hermoso cuento árabe, escrito en versos de Rubén Darío. Es largo, pero les robo unos pocos minutos para que lo compartamos.
LA CABEZA DEL RAWÍ
(Cuento oriental)
A Emelina.
I
¿Cuentos quieres, niña bella?
Tengo muchos que contar:
de una sirena de mar,
de un ruiseñor y una estrella,
de una cándida doncella
que robó un encantador,
de un gallardo trovador
y de una odalisca mora,
con sus perlas de Bassora
y sus chales de Lahor.
II
Cuentos dulces, cuentos bravos,
de damas y caballeros,
de cantores y guerreros,
de señores y de esclavos;
de bosques escandinavos
y alcázares de cristal;
cuentos de dicha inmortal,
divinos cuentos de amores
que reviste de colores
la fantasía oriental.
III
Dime tú: ¿de cuáles quieres?
Dicen gentes muy formales
que los cuentos orientales
les gustan a las mujeres;
así, pues, si eso prefieres
verás colmado tu afán,
pues sé un cuento musulmán
que sobre un amante versa,
y me lo ha contado un persa
que ha venido de Hispahán.
IV
Enfermo del corazón
un gran monarca de Oriente,
congregó inmediatamente
los sabios de su nación;
cada cual dio su opinión,
y sin hallar la verdad
en medio de su ansiedad,
acordaron en consejo
llamar con presura a un viejo
astrólogo de Bagdad.
V
Emprendió viaje el anciano;
llegó, miró las estrellas;
supo conocer en ellas
las cuitas del soberano;
y adivinando el arcano
como viejo sabidor,
entre el inmenso estupor
de la cortesana grey,
le dijo al monarca: —!Oh Rey!
Te estás muriendo de amor.
VI
Luego, el altivo monarca,
con órdenes imperiosas
llama a todas las hermosas
mujeres de la comarca
que su poderío abarca;
y ante el viejo de Bagdad,
escoge su voluntad
de tanta hermosura en medio,
la que deba ser remedio
que cure su enfermedad.
VII
Allí ojos negros y vivos;
bocas de morir al verlas,
con unos hilos de perlas
en rojo coral cautivos;
allí rostros expresivos;
allí como una áurea lluvia,
una cabellera rubia;
allí el ardor y la gracia,
y las siervas de Circasia
con las esclavas de Nubia.
VIII
Unas bellas, adornadas
con diademas en las frentes,
con riquísimos pendientes
y valiosas arracadas;
otras con telas preciadas
cubriendo su morbidez;
y otras, de marmórea tez,
bajas las frentes y mudas,
completamente desnudas
en toda su esplendidez.
IX
En tan preciada revista,
ve el Rey una linda persa
de ojos bellos y piel tersa,
que al verle baja la vista;
el alma del Rey conquista
con su semblante la hermosa,
y agitada y ruborosa
tiembla llena de temor
cuando el altivo Señor
le dice: —Serás mi esposa.
X
Así fue. La joven bella
de tez blanca y negros ojos,
colmó los reales antojos
y el Rey se casó con ella.
¿Feliz, dirás, tal estrella,
Emelina? No fue así:
no es feliz la Reina allí
la linda persa agraciada,
porque ella está enamorada
de Balzarad el rawí.
XI
Balzarad tiene en verdad
una guzla en la garganta,
guzla dúlcida que encanta
cuando canta Balzarad.
Vióle un día la beldad
y oyó cantar al rawí;
de sus labios de rubí
brotó un suspiro temblante...
Y Balzarad fue el amante
de la celestial hurí.
XII
Por eso es que triste se halla
siendo del monarca esposa,
y el tiempo pasa quejosa
en una interior batalla.
Del Rey la cólera estalla,
y así le dice una vez:
—Mujer llena de doblez:
di si amas a otro, falaz.—
Y entonces de ella en la faz
surgió vaga palidez.
XIII
—Sí —le dijo—, es la verdad;
de mi destino es la ley:
yo no puedo amarte, ¡Oh Rey!
porque adoro a Balzarad.—
El Rey, en la intensidad,
de su ira, entonces, calló;
mudo, la espalda volvió;
mas se vía en su mirada
del odio la llamarada,
la venganza en que pensó.
XIV
Al otro día la hermosa
de parte de él recibió
una caja que la envió
de filigrana preciosa;
abrióla presto curiosa
y lanzó, fuera de sí,
un grito; que estaba allí
entre la caja, guardada,
lívida y ensangrentada
la cabeza del rawí.
XV
En medio de su locura
y en lo horrible de su suerte,
avariciosa de muerte
ponzoñoso filtro apura.
Fue el Rey donde la hermosura,
y estaba allí la beldad
fría y siniestra, en verdad,
medio desnuda y ya muerta,
besando la horrible y yerta
cabeza de Balzarad.
XVI
El Rey se puso a pensar
en lo que la pasión es,
y poco tiempo después
el Rey se volvió a enfermar.
Rubén Darío, 1884
Guzla, originario de Europa del este |
10 comentarios:
El vocablo guzla, desconocido hasta ahora para mi, adquiere un doble significado. Instrumento de una cuerda sola, lo siento como un instrumento musical solitario. No tiene a su lado otras con quienes acompañarse en distintas notas musicales, y solo se une al arte con el intérprete, conciente quizá de lo profundo e importante de esa unión espiritual de hombre e instrumento, para lograr llegar al alma de la música. Y el otro significado, es que quizá yo también, como el guzla, una sola cuerda vibre solitaria en mi espíritu, poco afín a la aventura de relacionarse.
Como comenté en mi ingreso a este espacio, me resulta difícil ser lo que se llama un homo social, de ingreso rápido a una relación amistosa. Por eso, poder conversar por este medio con amigos invisibles, despierta la confianza en mi mismo, y la posibilidad de comunicarme con gente que no conozco ni conoceré, creo, personalmente, y entonces hablar (escribir) sin inhibiciones. Mi relación de largos años con 6 compañeros de trabajo, se reduce a un conocimiento superficial, por compartir solidariamente un salón con computadoras y archivos de lunes a viernes de 8 a 14, donde nos ayudamos fraternalmente, y fuera de la oficina, nada me une a ellos. Mi única amistad, fraterna, real y muy querida, que viene desde la adolescencia, es con el gordo Vilches. (Que no vive en el barrio de Agronomía, y con quien comparto el buen gusto, como el señor padre de Funes, de comer y llamar por su nombre real, y sin apócopes, al sándwich de chorizo).
Este resultó ser para mí un fin de semana distinto. Se sucedieron sorpresa, nostalgia, impulso, reencuentro, decisiones. El viernes me comunicó el Gerente General que el directorio había considerado mi asenso a Supervisor en otra área de la Empresa, reconocimiento que significaba oficina propia, mejor sueldo y, lógicamente, mayor responsabilidad, cosa que no me preocupaba porque es parte de mi profesión. Podría alquilar una casa para mi solo y hasta comprar un auto (se lo dejé a mi esposa, la casa también, no quiso aceptarla, pero la convencí, tenía el toque de su personalidad en todas sus paredes, muebles, colores). Al separarme fui a vivir a lo de una prima de la madre de Vilches, una anciana viuda y sola, que me alquiló 2 habitaciones y baño con entrada independiente, por poco tiempo, creí, y ya van…
Quedé en pensar sobre el asenso y contestar el lunes. El sábado se cumplían 5 años del divorcio de mi breve matrimonio. Comenzó lleno de planes, ilusiones y esperanzas, y sin entender por qué, se desgastó rápido, y llegó un momento que dejamos de ser quienes fuimos. Con nostalgia recordé ese momento en que nos miramos, dijimos “Hasta aquí llegamos”, y nos despedimos sin culpas, sin rencores y sin abogados. Prometimos llamarnos si nos sucedía cualquier cosa y necesitábamos apoyo o ayuda, y separamos nuestros caminos. Nostalgia, melancolía, al anochecer subí a fumar un cigarrillo a la terraza. Ramalazos de un viento leve inflaba las velas de las sábanas colgadas en la terraza vecina, como velero navegando el mar de la noche siguiendo imaginadas estrellas. Desde la terraza de enfrente un perro turnaba su vista del cielo a mí y de mí al cielo. Quizá pensaba quien de los dos ladraría primero. Cuando me levanté para irme, hacía largos minutos que me ignoraba olímpicamente.
SIGUE
El domingo cerca del mediodía lo busqué a Vilches para invitarlo a almorzar. La hija me comentó que agarró una buena racha, y se fue de gira con Morocho Ramos por 4 días. Caminaba con pensamientos que se entrecruzaban, el asenso, el divorcio, aquello viejos buenos tiempos del comienzo, cuando casi tropiezo con un teléfono público. Fue un impulso, no me di tiempo a pensar. Llamé a Amelia (mi ex) que se preocupó al oír mi voz. “¿Te pasa algo? ¡Decime la verdad!” “No, nada de eso, simplemente, quería invitarte a almorzar” Después de unos segundos de pausa: “¿Con qué motivo?” “Ninguno en especial. Solo encontrarnos, charlar, como dice el tango, dos viejos amigos que hace rato no se ven” Sentí su sonrisa cuando aceptó. Y me esperaba con esa sonrisa que nunca olvido, esa forma de mirar que inspira confianza y que una vez me llenó de amor. Me dejó elegir restaurante y no quise ir a ninguno de los acostumbrados en los viejos tiempos. Y resultaron un par de horas donde charlamos y reímos tanto que creo ni nos dimos cuenta de lo que comimos. Una larga sobremesa de buenos recuerdos y una despedida en la puerta de su casa, un abrazo, beso en cada mejilla, y la promesa de no dejar pasar demasiado tiempo sin repetir la experiencia. Me fui pensando que eso no sucederá. La próxima vez, todo será premeditado, no habrá recuerdos nuevos que compartir, y nos uniremos por un momento en otro fracaso.
Las calles estaban semivacías en esa siesta dominguera. Mañana le digo al gerente que no acepto el asenso.
Quedé en pensar sobre el asenso y contestar el lunes. El sábado se cumplían 5 años del divorcio de mi breve matrimonio. Comenzó lleno de planes, ilusiones y esperanzas, y sin entender por qué, se desgastó rápido, y llegó un momento que dejamos de ser quienes fuimos. Con nostalgia recordé ese momento en que nos miramos, dijimos “Hasta aquí llegamos”, y nos despedimos sin culpas, sin rencores y sin abogados. Prometimos llamarnos si nos sucedía cualquier cosa y necesitábamos apoyo o ayuda, y separamos nuestros caminos. Nostalgia, melancolía, al anochecer subí a fumar un cigarrillo a la terraza. Ramalazos de un viento leve inflaba las velas de las sábanas colgadas en la terraza vecina, como velero navegando el mar de la noche siguiendo imaginadas estrellas. Desde la terraza de enfrente un perro turnaba su vista del cielo a mí y de mí al cielo. Quizá pensaba quien de los dos ladraría primero. Cuando me levanté para irme, hacía largos minutos que me ignoraba olímpicamente.
SIGUE
Solo ubicaba esta palabra "Guzla" por el poema de Rubén Darío, pero siempre sin saber qué significaba. Muy bueno el poema del poeta nicaraguense, en el cual se plasman las influencias de sus tempranas lecturas (sobre todo de “las Mil y una noches”) profundizadas luego en su trabajo en la biblioteca Nacional; la presencia de la cultura andaluza en Darío (Y por ende, el bagaje de la cultura árabe allí presente) y fundamentalmente la influencia de su mecenas y amigo, el Dr. Jerónimo Ramirez, un hombre público y padre de la esposa de un prócer de Nicaragua, amigo al cual precisamente Rubén Darío le dedica este poema / cuento y en donde hace el expreso reconocimiento de dicha influencia.
Un dato al menos curioso es la cuarteta con la cual el poeta nicaraguense encabeza la dedicatoria. Dice así:
“Dr. Gerónimo Ramirez”:
Para evitar un desastre
Estos versos no publico
Pero a Ud. se los dedico
Por consejo de mi sastre”
En fin…..
Funes
Quedé en pensar sobre el asenso y contestar el lunes. El sábado se cumplían 5 años del divorcio de mi breve matrimonio. Comenzó lleno de planes, ilusiones y esperanzas, y sin entender por qué, se desgastó rápido, y llegó un momento que dejamos de ser quienes fuimos. Con nostalgia recordé ese momento en que nos miramos, dijimos “Hasta aquí llegamos”, y nos despedimos sin culpas, sin rencores y sin abogados. Prometimos llamarnos si nos sucedía cualquier cosa y necesitábamos apoyo o ayuda, y separamos nuestros caminos. Nostalgia, melancolía, al anochecer subí a fumar un cigarrillo a la terraza. Ramalazos de un viento leve inflaba las velas de las sábanas colgadas en la terraza vecina, como velero navegando el mar de la noche siguiendo imaginadas estrellas. Desde la terraza de enfrente un perro turnaba su vista del cielo a mí y de mí al cielo. Quizá pensaba quien de los dos ladraría primero. Cuando me levanté para irme, hacía largos minutos que me ignoraba olímpicamente.
SIGUE
PRIMERA PARTE
Como comenté en mi ingreso a este espacio, me resulta difícil ser lo que se llama un homo social, de ingreso rápido a una relación amistosa. Por eso, poder conversar por este medio con amigos invisibles, despierta la confianza en mi mismo, y la posibilidad de comunicarme con gente que no conozco ni conoceré, creo, personalmente, y entonces hablar (escribir) sin inhibiciones. Mi relación de largos años con 6 compañeros de trabajo, se reduce a un conocimiento superficial, por compartir solidariamente un salón con computadoras y archivos de lunes a viernes de 8 a 14, donde nos ayudamos fraternalmente, y fuera de la oficina, nada me une a ellos. Mi única amistad, fraterna, real y muy querida, que viene desde la adolescencia, es con el gordo Vilches. (Que no vive en el barrio de Agronomía, y con quien comparto el buen gusto, como el señor padre de Funes, de comer y llamar por su nombre real, y sin apócopes, al sándwich de chorizo).
Este resultó ser para mí un fin de semana distinto. Se sucedieron sorpresa, nostalgia, impulso, reencuentro, decisiones. El viernes me comunicó el Gerente General que el directorio había considerado mi asenso a Supervisor en otra área de la Empresa, reconocimiento que significaba oficina propia, mejor sueldo y, lógicamente, mayor responsabilidad, cosa que no me preocupaba porque es parte de mi profesión. Podría alquilar una casa para mi solo y hasta comprar un auto (se lo dejé a mi esposa, la casa también, no quiso aceptarla, pero la convencí, tenía el toque de su personalidad en todas sus paredes, muebles, colores). Al separarme fui a vivir a lo de una prima de la madre de Vilches, una anciana viuda y sola, que me alquiló 2 habitaciones y baño con entrada independiente, por poco tiempo, creí, y ya van…
2º PARTE
Quedé en pensar sobre el asenso y contestar el lunes. El sábado se cumplían 5 años del divorcio de mi breve matrimonio. Comenzó lleno de planes, ilusiones y esperanzas, y sin entender por qué, se desgastó rápido, y llegó un momento que dejamos de ser quienes fuimos. Con nostalgia recordé ese momento en que nos miramos, dijimos “Hasta aquí llegamos”, y nos despedimos sin culpas, sin rencores y sin abogados. Prometimos llamarnos si nos sucedía cualquier cosa y necesitábamos apoyo o ayuda, y separamos nuestros caminos. Nostalgia, melancolía, al anochecer subí a fumar un cigarrillo a la terraza. Ramalazos de un viento leve inflaba las velas de las sábanas colgadas en la terraza vecina, como velero navegando el mar de la noche siguiendo imaginadas estrellas. Desde la terraza de enfrente un perro turnaba su vista del cielo a mí y de mí al cielo. Quizá pensaba quien de los dos ladraría primero. Cuando me levanté para irme, hacía largos minutos que me ignoraba olímpicamente.
SIGUE
3ª PARTE
El domingo cerca del mediodía lo busqué a Vilches para invitarlo a almorzar. La hija me comentó que agarró una buena racha, y se fue de gira con Morocho Ramos por 4 días. Caminaba con pensamientos que se entrecruzaban, el asenso, el divorcio, aquello viejos buenos tiempos del comienzo, cuando casi tropiezo con un teléfono público. Fue un impulso, no me di tiempo a pensar. Llamé a Amelia (mi ex) que se preocupó al oír mi voz. “¿Te pasa algo? ¡Decime la verdad!” “No, nada de eso, simplemente, quería invitarte a almorzar” Después de unos segundos de pausa: “¿Con qué motivo?” “Ninguno en especial. Solo encontrarnos, charlar, como dice el tango, dos viejos amigos que hace rato no se ven” Sentí su sonrisa cuando aceptó. Y me esperaba con esa sonrisa que nunca olvido, esa forma de mirar que inspira confianza y que una vez me llenó de amor. Me dejó elegir restaurante y no quise ir a ninguno de los acostumbrados en los viejos tiempos. Y resultaron un par de horas donde charlamos y reímos tanto que creo ni nos dimos cuenta de lo que comimos. Una larga sobremesa de buenos recuerdos y una despedida en la puerta de su casa, un abrazo, beso en cada mejilla, y la promesa de no dejar pasar demasiado tiempo sin repetir la experiencia. Me fui pensando que eso no sucederá. La próxima vez, todo será premeditado, no habrá recuerdos nuevos que compartir, y nos uniremos por un momento en otro fracaso.
Las calles estaban semivacías en esa siesta dominguera. Mañana le digo al gerente que no acepto el asenso.
(Por error se publicó primero la 2ª parte de mi comentario)
Hola Barros Matos
Así va el camino, con curvas peligrosas, con verdes parajes, con ascensos empinados y descansos con agua de manantial. Así pensaba de la vida mientras escalaba el cerro, a veces nos ahogamos y el corazón bombea frenético, se nos aprieta el pecho como un trapo estrujado, y antes que lo advirtamos nos entra la bocanada de aire puro oxigenando hasta el último rincón de nuestro cuerpo y nuestra alma.
Una separación, un ascenso...pasamos por donde debemos transitar. Porqué rechazar un reconocimiento a tu trabajo ? no hay castigos ni premios, sólo hay aprendizajes necesarios.
Un saludo a Ud. y a Funes también !
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