viernes, 29 de octubre de 2010

Elixir / Elíxir

Ilustración de Melanie Delon
(Del lat. cient. elixir, este del ár. clás. al'iksīr, y este del gr. ξηρά, sustancias secas).

1. m. piedra filosofal.
2. m. Licor compuesto de diferentes sustancias medicinales, disueltas por lo regular en alcohol.
3. m. Medicamento o remedio maravilloso.
4. m. Alq. Sustancia esencial de un cuerpo.

Real Academia Española

Esta palabra viene de la mano de Barros Matos, ya que la usó en uno de sus comentarios.
Es una palabra con fuerza y personalidad, nos conecta con nuestro cuerpo emocional trayendo sensaciones intensas y a la vez refinadas. Podemos pronunciarla con una entonación aguda o grave, en tanto la presencia o no de tilde: elixir o exir. Y es una palabra con mucho camino recorrido, ya que ha pasado por el latín, el árabe y el griego, y llega a nosotros con todo el secreto guardodo en sus entrañas.
El elíxir de la vida ( o de la inmortalidad ) es una legendaria poción que garantizaba la vida eterna.
Meta de muchos alquimistas que buscaron afanosamente la panacea que curara todas las enfermedades y prolongara la vida eternamente.
Se relaciona con la piedra filosofal, mística piedra que transformaría los metales en oro y supuestamente crearía el elixir.

6 comentarios:

Unknown dijo...

Elíxir! Qué palabra! Y encima, vinculada a nuestro nuevo contertulio, Don Barros Matos; apodado “Barrito” por su antiguo jefe que farfullaba (y también por sus amigos del barrio de Agronomía, como demostraré al final de este relato)…
Tengo varias y precisas acotaciones que hacer con esta palabra “elíxir”.
En primer lugar, recordemos que hace un tiempo escribimos algo sobre Hermes Trismegisto (o Trimegisto), “padre” de la alquimia aunque en verdad en él se compendia el conocimiento alquimista y mágico de varios siglos “resumidos” en una sola autoría de un tipo que ni sabemos si existió. Pero seguro que allí en Hermes, hay material sobre “elíxires y piedras filosofales.
En segundo lugar, quiero expresar –y perdón por la vehemencia- que se debería siempre pronunciar elíxir, con tilde en la primera “i”: cierta vez se dio la discusión sobre el tema en el bar “dos cuchillos” (bar de esquina al que voy todos los santos días) y en forma unánime (hasta “cotorra” el mozo, opinó) todos apoyaron el concepto que elíxir con tilde en la primera “i” favorecía la entonación de la palabra en frases o expresiones fundamentales, como “elíxir de los dioses”.
Y hablando de elíxir de los dioses, para Cardona, mi vecino mentiroso y habitué del bar, el “elíxir de los dioses” es el Ferné con cola, argumentando el infeliz que se debe a sus orígenes cordobeses (aunque el tipo a los 8 meses de edad se radicó en la capital y no regresó mas a su Córdoba natal).
Bien. Viendo la imagen que ilustra Celeste, me pregunto ¿Quién podría negarse a beber del elíxir que en sus manos tiene la bella joven de la ilustración? Me lo imagino al amigo Barros Matos inmediatamente; el nuevo amigo del blog se hace seguro “un fondo blanco” de la jarrita que la belleza tiene en sus manos, así se tratare de lo que creo que es, una maligna “súcubo” (Don Barrito, dese una vuelta por la palabra “súcubo” y por los comentarios allí publicados).
Deduzco esto porque he demostrado que don Barros Matos, Don “Barrito” es del Barrio de Agronomía, como mi querido viejo. Y desde ya, entonces, confieso que los de mi barrio y los del Barrio de Agronomía compartimos algunas cosas, sobre todo, que somos invariablemente atorrantes, charlatanes, sabelotodos, tangueros, opinadores, buenos tipos, y muy vagos…. Y muy mujeriegos. Mi viejo es todo eso y por lo tanto seguro que el nuevo amigo, Barros Matos, “Barrito”, que es del mismo barrio que mi padre, también lo es, porque sino, ya lo hubiesen rajado a patadas de Agronomía. Y le pregunté a mi viejo mostrando la ilustración si el se animaría a tomarse el “elíxir” que esa belleza tiene en la jarrita, y en voz muy baja (mi madre andaba merodeando) me dijo: “che, Funes… ¿vos lo dudás? Me tomo todo de un trago… pero ojo… no por mujeriego sino porque un mate y un “elíxir” no se rechazan nunca… y hablá bajito que si me escucha tu madre me mata”.
Ahí nomás le pregunté a mi viejo si lo conoce a ese tal Barros Matos, de su mismo barrio, Agronomía, y por supuesto, como un soldado que muere con las botas puestas me mintió que no. Y sobre el pucho (preocupado por si mi madre había escuchado algo) –y sin saber que conocemos perfectamente el apodo de nuestro nuevo amigo, le preguntó: “che, vieja, ¿no sabés si me llamó “Barrito”?. Je.
Funes

Unknown dijo...

Qué palabra! Y encima vinculada a nuestro nuevo contertulio, Don Barros Matos; apodado “Barrito” por su antiguo jefe que farfullaba (y también por sus amigos del barrio de Agronomía, como demostraré al final de este relato).
Tengo varias y precisas acotaciones que hacer con esta palabra “elíxir”.
En primer lugar, quiero expresar –y perdón por la vehemencia- que se debería siempre pronunciar elíxir, con tilde en la primera “i”: cierta vez se dio el debate sobre el tema en el de esquina al que asisto y en forma unánime todos apoyaron el concepto que elíxir con tilde en la primera “i” favorecía la entonación de la palabra en expresiones fundamentales, como “elíxir de los dioses”.
En segundo lugar, y hablando de elíxir de los dioses, para Cardona mi vecino mentiroso y habitué del bar, el “elíxir de los dioses” es el Ferné con cola, argumentando el infeliz que se debe a sus orígenes cordobeses (aunque el tipo a los 8 meses de edad se radicó en mi barrio y no regresó más a su Córdoba natal).
Bien. Viendo la imagen que ilustra Celeste, me pregunto ¿Quién podría negarse a beber del elíxir que en sus manos tiene la bella joven de la ilustración? Me lo imagino al amigo Barros Matos inmediatamente; el nuevo amigo del blog se hace seguro “un fondo blanco” de la jarrita que la belleza tiene en sus manos, así se tratare de lo que creo que es, una maligna “súcubo” (Don Barrito, dese una vuelta por la palabra “súcubo” y por los comentarios allí publicados).
Deduzco esto porque he demostrado que don Barros Matos, Don “Barrito” es del Barrio de Agronomía, como mi querido viejo. Y desde ya, entonces, confieso que los de mi barrio y los del Barrio de Agronomía -mas allá de algunas rivalidades- compartimos algunas cosas, sobre todo, que somos invariablemente atorrantes, charlatanes, sabelotodos, tangueros, opinadores, buenos tipos, y muy vagos…. Y muy mujeriegos. Mi viejo es todo eso y por lo tanto seguro que Barros Matos,“Barrito” también lo es porque sino ya lo hubiesen rajado a patadas del barrio de Agronomía. Y le pregunté a mi viejo mostrando la ilustración si el se animaría a tomarse el “elíxir” que esa belleza tiene en la jarrita, y en voz muy baja (mi madre andaba merodeando) me dijo: “che, Funes… ¿vos lo dudás? Me tomo todo de un trago… pero ojo… no por mujeriego sino porque un mate y un “elíxir” no se rechazan nunca… y hablá bajito que si me escucha tu madre me mata”.
Ahí nomás le pregunté a mi viejo si lo conoce a ese tal Barros Matos de su mismo barrio de Agronomía, y por supuesto, como un soldado que muere con las botas puestas me mintió que no. Y sobre el pucho (preocupado por si mi madre había escuchado algo) –y sin saber que conocemos perfectamente el apodo de nuestro nuevo amigo-, le preguntó: “che, vieja, ¿no sabés si me llamó “Barrito”?. Je.
Funes

Barros Matos dijo...

Ayer cuando la palabra recobrada era libar, pensé y escribí sobre gustar un elixir. Reitero, elixir, y no elíxir, costumbre de los nuevos ricos y a la vez viejos cultores de retener títulos de temas y libros, ignorando olímpicamente su contenido, que intentan sobresalir creyendo que las palabras graves pesan en la cultura más que las agudas. Extraño artilugio en un pensador culto como Funes, que ha demostrado con creces que no necesita sumar costumbres de intelectualoides, para aseverar su calidad de estudioso y dueño de un intelecto envidiable. Respecto a cierto retintín en aseverar mi parecido con su señor padre, (no me molesta) basado en que Vilches, Funes padre, yo y muchos otros, respetamos al dúo pan y chorizo otorgándole su verdadero nombre de sándwich, evitando el vulgar “choripan” que, para peor, termina convirtiéndose en un chabacano “chori”, acompañado generalmente por un oscuro y sospechoso “tetra”. Creo también que el amigo Funes (y digo amigo conciente que así siento a todos quienes integran este blog) hombre adicto a cierta fantasía enriquecedora, inventó un barrio y lo llamó de Agronomía. Pienso que ese barrio ilusorio, existe por retazos en toda la ciudad, y quienes acostumbramos a gastar las suelas y el traje, como dice el tango, transitando baldosas oscurecidas por el atardecer sobre las arboledas, encontraremos en ese andar soñador y esperanzado, el poema que quizá se le cayó a Neruda de su carpeta y un viento errante lo llevó sobre los Andes hasta posarlo en mi vereda, o en una esquina detenida en el tiempo, Pichuco Troilo siga escribiendo un Responso para cada tanguero que resuelva que ya es tiempo de ir a hacerle compañía. Hay una parte de ese barrio hecho de espacios, que la imaginería portentosa de Funes terminará convirtiendo en real, donde estará la luz del almacén de Sur y allí cantará eternamente Edmundo Rivero, en otra parte será el tiempo detenido para que Borges cuente su encuentro con Jacinto Chiclana, y andando esos barriales de eternos retornos, quizá al doblar una esquina nos crucemos Funes y yo, y nunca sabremos que nos hemos visto.

Barros Matos dijo...

Quiero aclarar un tema que se me pasó por alto, del exaustivo análisis realizado por Funes referido a ese barrio poblado por la maravillosa fantasía de su imaginación. Porque pensándolo bien, le doy la razón. Quizá mi alter ego viva en esa barriada, para ser allí quien quizá quise ser y no me animé a realizarme: Atorrante, , charlatán, sabelotodo,muy vago y mujeriego. Para mi ser real, el de todos los días, conservé el de buen tipo, opinador y tanguero. Nietzsche se apropió de un mito demencial, la idea del eterno retorno. y yo me sumo a ese deseo, para transitar mi mundo real y retornar al otro, donde me espera mi otra personalidad.
Creo que debo cuidarme de Funes. Me está poniendo ideas raras en la cabeza.

Unknown dijo...

Ja! Qué espadachín resultó el Amigo Barros Matos!
Permítame decirle: el Barrio de Agronomía existe. Entre las calles Av. San Martín, Campana, Av. Salvador María del Carril, La Pampa, Chorroarín y Donato y pegado al “Parque Chas” (que antes de 2005 integraba el barrio), tiene 113 manzanas en donde la mayoría de los hombres que lo habitan son tipos que como usted, o como mi viejo, tienen el don de la palabra, de los artilugios y del camelo para jurar amor eterno a las mujeres desprevenidas en medio de elíxires y otros brebajes…(por favor don Barros, no se haga el inocente echando culpas a su “alter ego” de las cosas que hace Ud. y hágame la caridad de leer la palabra “camelo” y comentarios en el blog).
Y para dejarlo mas en evidencia, amigo Barros Matos (lo llamo así porque los amigos de mi padre son mis amigos) le confirmo que en el Barrio de Agronomía residió hasta rajarse a París don Julio Cortázar, en la calle que hoy lleva su nombre, y antes se llamaba General Artigas (y si me apura, le digo: vivió al 2436, donde hay una plaquita conmemorativa).
Donde si acertó un pleno don Barros es en el tema de mi intelectualidad: de los libros sólo conozco los títulos y a lo sumo, he leído la contratapa. Lo hago para tener temas de conversación con las mujeres. Ahora, si alguien quiere discutir profundo, créame: huyo a toda velocidad. Lo mío es playo y breve don Barros Matos, y con el solo fin apuntado.
Y ya me extendí mucho, dejemos que los demás lean entonces sobre el elíxir, los bohemios del barrio de Agronomía y la mar en coche.
Funes

Barros Matos dijo...

No se me haga el sota ni utilice la falsa modestia, Don Funes. Ud. se refiere al verdadero barrio de Agronomía, no al maravillosamente imaginado rejunte de calles mágicas y esquinas con secretos milenarios donde se encuentran conviviendo personajes de antología. Allí ponemos, quienes creemos que la magia existe porque inventamos una vida y un amigo cada día, todo aquello que la chata realidad cotidiana nos niega en el trajín obligado. Ahí, en serio, está mi alter ego. Y no lo oculte, también el suyo, el de Vilches, el de su padre,y un día quizá, así espero, se juntarán los cuatro para jugarle un truco sin flor al cuarteto que se cuadre. Dice un tango (y si el tango lo dice...)que en la esquina del Almacén Vale 4 del Parque Chas del cuento de Dolina, Pichuco y Manzi están jugando un truco eterno contra dos malandras escapados de un poema de Borges.

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