Ilustración de Jean-Auguste Dominique Ingres |
1. tr. Pensar con intención o profundidad en algo. U. t. c. intr.
Real Academia Española
Miguel Hernandez, poeta que me duele hasta los huesos, escribía a su amor, desde la cárcel:
"Estos días me los he pasado cavilando sobre tu situación, cada día más difícil. El olor de la cebolla que comes me llega hasta aquí, y mi niño se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en vez de leche. Para que lo consueles te mando estas coplillas que le he hecho...
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.
Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!
Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.
Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!
Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
Miguel Hernández, 1939
2 comentarios:
Cuánta razón tiene Celeste!!!!: Miguel Hernandez es un poeta que duele hasta los huesos. No duele su poesía: duele él. Y nos lleva al profundo cuestionamiento sobre si puede haber belleza en el dolor inmenso.
Miguel Hernandez vivió tan solo 31 años. Y el poema que nos convida la editora del blog está dedicado a su sengundo hijo, Manuel Miguel. En los finales de la guerra civil española Miguel Hernandez es puesto preso por el franquismo. Corría el año 1939 y estando en prisión sabe que su esposa Josefína, amamanta a su bebé y sabe que ella come pan con cebolla hervida como único alimento. Esto lo lleva al poeta a una profunda depresión. Y de ese dolor que lo desgarra surge esta maravilla hecha poeesía que nos conmueve y nos ilumina. De su profundo desgarro interior, de un dolor hasta los huesos nos transporta a compartir ese dolor. Fue así cuando a la muerte de José Ramón Marín Gutierrez, despedazado interiormente por la muerte abrupta de su amigo y co fundador del llamado “Grupo de Orihuela”, escribió la célebre "Elegía" dedicada a Ramón Sijé, tal el seudónimo usado popularmente por su entrañable amigo:
"Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracoles
Y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
.
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento."
Confieso aquí que me he planteado mil veces el desafío de leer la "elegía" de un tirón hasta el final, sin llorar: juro que jamás he podido contener las lágrimas
(sigue)
Funes
Sigue)
Cierta vez le preguntaron a su hijo Manuel Miguel sobre su padre y el contestó: “eligió la muerte. No se porqué”. Y ahora me pregunto ¿cuáles habrán sido las cavilaciones del poeta para volver a Orihuela en vez de escapar? ¿Qué lo llevó a su pueblo, sabiendo que allí lo esperaba la muerte segura?
La cronología de los hechos fueron así: En 1938muere su primer hijo, Manuel Ramón. En 1939Franco da por finalizada la guerra civil que azotó a España, y Miguel intenta escapar por Portugal. No puede y es apresado. Es en esa prisión que escribe el desgarrador poema a su hijo y su esposa, Josefina que ilustra y conmueve hoy el blog de Celeste. Es en una tarde de otoño en esa prisión que, inesperadamente, es puesto en libertad. Sin saber el poeta de las gestiones de amigos y de influyentes de la Iglesa. Pero algo si sabía Miguel perfectamente: que la libertad otorgada por Franco y la trampa, eran sinónimos. Podía huir, escapar, y reencontrarse con su esposa e hijo en el exterior, cruzando ya no por Portugal ni por la frontera con Francia, acosada por la previsible invasión nazi. Sí quedaba la posibilidad cierta de tomar un barco que lo lleve a Sudamérica. Pero algo caviló profundamente Miguel Hernandez. Hay allí un misterio insondable y ya para siempre, inaccesible. Pero lo cierto es entonces que sucio, casi andrajoso, con hambre y sed, sin un solo duro en los bolsillos, emprendió el camino que separaba el presidio de su pueblo, de Orihuela. Allí estaban Josefina y su hijito. Allí estaba el recuerdo de su “hermano” don Ramón Sijé “con quien tanto quería”. Allí lo apresan nuevamente. Lo condenan a muerte. Y si bien conmutan la pena por la gran presión ejercida en toda España, lo hacen sabiendo que en la carcel del Franquismo lo único seguro y hasta a veces deseable a gritos, es la muerte. En la prisión de Alicante, no soporta la infección pulmonar y estalla en la tierra el cuerpo muerto de uno de los pocos poetas que nos atraviesa de conmoción el alma, no ya por su poesía, sino porque ellos mismos SON su propia poesía. Corría el año 1942. El mundo se desplomaba bajo el nazismo.
Josefina murió en 1987. Sobrevivió a su hijo Manuel Miguel que falleció tres años antes en 1984.
Nunca supieron porqué Miguel retornó a Orihuela, a ese "lugar común" que lo esperaba: la muerte.
Funes
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