Ilustración de Michel Delacroix |
(Del lat. plumbĕus).
1. adj. De plomo.
2. adj. Que pesa como el plomo.
3. adj. Que resulta aburrido por su pesadez.
Real Academia Española
Este término nos remite a todas las cualidades del plomo. Cualquier libro, discurso, persona o situación puede ser plúmbeo o plúmbea, es decir, pesado, gris, tedioso, aburrido, farragoso, fastidioso, cargante, machacón, soporífero...
Sin embargo, de niña sólo usaba el término para referirme al cielo plúmbeo, con ese gris tan característico de las incipientes e inevitables borrascas.
Los dejo con un artículo del diario El País cuyo título es, curiosamente, El plúmbeo Ludwig Van Beethoven y que nos cuenta la causa de los padecimientos de este genio de la música.
EL PLÚMBEO LUDWIG VAN BEETHOVEN
Ludwig van Beethoven era un joven músico agradable que ha pasado a la historia, además de por su supremo genio creador, retratado como un ser irritable, malhumorado, taciturno y asocial. Un grupo de investigadores acaba de descubrir la causa. El compositor murió prácticamente envenenado con plomo, con un cuerpo cargado con 100 veces más plomo de lo que hoy se considera tolerable. Ya con 31 años, un atormentado Beethoven escribió una carta a sus hermanos en la que describía sus sufrimientos por la creciente sordera, los horrorosos dolores abdominales, su desesperanza y hasta su juego con la idea del suicidio. Murió tras 25 años más de agonía. Fue enterrado casi sin cabello, porque los admiradores se quedaron sus mechones como reliquia y ahora el análisis de esos cabellos canos con vagos restos oscuros han permitido determinar las causas de una dolencia que llevaron al músico durante años a peregrinar de médico en médico en busca de remedio. "No me cabe duda de que sufría plumbismo (envenenamiento por plomo)", dice William Walsh, director científico del laboratorio próximo a Chicago, que ha analizado el cabello. "Y eso podría explicar su larga vida de dolor, y el impacto en su personalidad". No se sabe con certeza cómo se produjo la ingesta masiva de plomo. Algunos investigadores lo atribuyen al exceso de ese metal en las aguas vienesas, pero Walsh discrepa porque no hay pruebas de envenenamiento semejantes en la capital imperial a caballo de los siglos XVIII y XIX. "Una posibilidad es que, como acudió largas temporadas a balnearios para reponerse de la depresión tras la muerte de su madre, bebiera y se bañara en aguas con exceso de plomo", señala Walsh. Los análisis han demostrado también que Beethoven no recurrió a opiáceos para aplacar los agudos dolores de sus últimos años y que mantuvo la cabeza clara hasta el final. Tres años antes de morir, atormentado por el dolor y el peor azote para un músico, la sordera, Beethoven estrenó sin poder oír su Novena Sinfonía. Walsh dice que no hay que culpar al plomo de la sordera, debida a un crecimiento óseo anormal que acabó por destruir el oído.
RICARDO M. DE RITUERTO
3 comentarios:
Primero quiero destacar la hermosa ilustración que adorna esta palabra. Si de cielo plomizo se trata esta ilustración es simplemente, perfecta.
También muy interesante el análisis científico- histórico sobre el genial compositor.
Ahora bien: al igual que Celeste, tengo el recuerdo del uso de la palabra plúmbeo vinculado al cielo gris plomizo que parecía caerse sobre uno. No se bien porqué pero se me hace que "cielo plúmbeo" es una expresión propia de algún libro de lectura de la escuela primaria, de cuando yo era un purrete.
Cielo plúmbeo suena al acartonamiento propio de las lecturas de los libros de historia de Ibañez o Astolfi... En fin...
Lo que no recuerdo para nada es su uso como calificativo del tipo que es insoportable por lo pesado o farragoso.
Pensaba por ejemplo que Mariano Grondona, un abogado argentino que ejerce de periodista es -a mi gusto- un tipo "plúmbeo".
Igual criterio tengo respecto de la Sra. Mirta Legrand. No para de hablar y cuando pregunta algo no deja contestar proqué interrumpe. Es verdaderamente pesada, plúmbea.
Y haré una confesión: tengo mi costado "plúmbeo": en efecto: soy extremadamente pesado escribiendo cartas... Y ni hablar con las nuevas tecnologías: mando kilométricos mails los cuales ni siquiera reciben respuesta.
Lo tengo merecido al desplante por ser tan "plúmbeo"
Funes
A veces las respuestas tardan en llegar, Funes, como en este caso.
Abrazos, mi viejo.
Hola Funes, hola Viejex, mis joviales amigos internautas...nunca me resultó "plúmbea" una carta, y en tu caso Funes, son deliciosas crónicas que algún día deberíamos recopilar en un blog propio: "Las crónicas de Don Funes".
A propósito, yo tuve urgencias que fugazmente me alejaron de mi actividad editora unos pocos días...pero ahora me está faltando Funes que se nos perdió en el ciberespacio. Todo en orden??
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