sábado, 19 de febrero de 2011

Descocada / Descocar

(Del part. de descocar).

1. adj. coloq. Que muestra demasiada libertad y desenvoltura. U. t. c. s.

descocar.

(De des- y coco).


1. tr. Quitar a los árboles los cocos o insectos que los dañan.

descocarse
(De des- y coco).

1. prnl. coloq. Manifestar desparpajo y descaro.

Real Academia Española

Hemos de notar que se trata de un término habitualmente aplicado a las mujeres, y más dificil de oir como calificativo de un hombre, a quien es más común calificar de atrevido, insolente, descarado, desvergonzado. Una mujer "descocada" es, quizá, aquella que ha tenido valor para desafiar los prejuicios, los dictámenes sociales y las normas del decoro. La mujer descocada está siempre ligada a la trasgresión de las imposiciones sociales y a la libertad.
Una mujer podía ser descocada incluso por pequeños incidentes, por ejemplo, trastabillar y que un hombre, que no era su marido, la sujetara para no caer, era un acto de descaro por parte de la mujer. Muy probablemente ella lo apartara ruborizada e inmediatamente mirara a su alrededor para constatar no haber sido vista. Este es un adjetivo calificativo siempre en mutación, según pasen los años...

1 comentarios:

Barros Matos dijo...

Recuerdo con el cariño de siempre, cualquiera sea el motivo que la trae a mi mente, a mi abuela Ana. Tenía profundas e inclaudicables posiciones éticas y morales. Sus filípicas a los nietos no estaban exentas de cariño y consideración, eran charlas amenas condimentadas con relatos y cuentos, acordes a las distintas edades de sus descendientes, pero siempre dejando algo positivo en nuestras mentes. Refiriéndose a conductas que consideraba reprochables, nunca usó términos que consideraba ofensivos. Y para ella, expresiones como “descocada” significaba ni más ni menos, exageradamente tal vez aún para esa época, que se trataba de una mujer que, para decirlo en términos muy suyos, nunca llegaría a ser una dama. Prefería hablar de cierta liviandad en una actitud poco femenina, y contaba a sus nietas experiencias de niñas “algo alocadas” que comprometían su futuro por intentar ser adelantadas a su época. Porque para la abuela, esto lo tenía muy presente: llegaría el momento en que todo cambiaría, lo que hoy, decía, consideramos reprochable, un día no muy lejano será costumbre que no sorprenderá a nadie, y quienes vivan esas épocas sonreirán con sorna mirando nuestras costumbres. Pero hay que darle tiempo al tiempo, vivir cada día acorde a ese momento, no ir más adelante porque, insistía con este ejemplo, donde mañana habrá un camino amplio y transitable, hoy hay un precipicio.
Mi abuela Ana. La que amasaba el pan rodeada de su auditorio de nietos.
Inolvidable.
BARROS MATOS

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