jueves, 1 de septiembre de 2011

Factotum

Ilustración de Fred Calleri
(Del lat. fac, imper. de facĕre, hacer, y totum, todo). 

1. m. Persona de plena confianza de otra y que en nombre de esta despacha sus principales negocios. 
"Confió a su factótum la elaboración de la lista de invitados".

2. m. coloq. Persona que desempeña en una casa o dependencia todos los menesteres.
 "No se ocupa de nada en el hogar porque su marido es el factótum.".
3. m. coloq. Persona entremetida, que oficiosamente se presta a todo género de servicios.  

Real Academia Española

No sé cómo llegué a esta palabra, pero buscando sus antecedentes termino leyendo referencias del popular Charles Bukowski quien escribió una novela denominada “Factótum” en el a ño 1975. No leí nada de este brillante escritor, probablemente por huir de sus relatos cruelmente pintorescos de los desechos de la sociedad en la que vivimos...novelista escueto, directo y atroz de la gran selva urbana, de los desheredados, las prostitutas, los borrachos, los desechos humanos del Sueño Americano. Se le ha comparado con Henry Miller, Céline y Hemingway. ( Andres Kishimoto Kanna )

Bukowski fue considerado el último escritor maldito y su obra siempre se centró en un extraño mundo pseudoautobiográfico centrado en su propia vida como un perdedor alcohólico y/o como un escritor de éxito alcohólico (según la época de ambientación). 
Si están con ánimo de adentrarse en las miserias humanas, les dejo referencia de algunas de sus obras: Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones , Shakespeare nunca lo hizo; Hollywood,  La máquina de follar, La senda del perdedor, Mujeres, Música de cañerías, Peleando a la contra, etc...todas de la editorial Anagrama.
 

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Por lo que estuve investigando entendería que hay un uso equivocado de la palabra “factotum”. En efecto, en el uso corriente del término se llama así al poderoso, al tipo que encabeza una organización, un gobierno, una empresa. “El Doctor Alberto Luis Catiñares es el factotum de la compañía de seguros”, en el sentido de que es el que manda. Cuántas veces habremos leído que un alto funcionario, un ministro por ejemplo es señalado como el “factotum” de su área. Es casi como que la palabra se mal transforma en sinónimo de jefatura, de jerarquía. Nada más lejano al verdadero concepto del término. El origen de la palabra es el latín y significa “hazlo todo”. Lamentablemente también a partir de la verdadera definición del término, el mismo se ha degradado, esta vez no sobrevalorando la “funcionalidad” del factotum como comentara más arriba, sino tratando a éste como un mero “correveidile”, un mero mandadero o recadero. Ni jefe en las alturas ni chico de los mandados. El factotum es alguien esencial en una organización, porque sin sobresalir, recibiendo siempre órdenes de sus superiores, sin mostrarse, casi siempre en oculto, “en las sombras” tiene la rara capacidad o habilidad de solucionar lo que se le encomienda. Es una persona de confianza que de pronto sí lleva un recado o trae una encomienda; pero dada su funcionalidad, le encomendamos precisamente por esa confianza y su rara habilidad de acometer hasta con lo imposible, tareas que pensamos que tan solo él podrá realizar y quedamos a la expectativa de su éxito.
Creo un un ejemplo concreto serían los porteros de edificio. Sí. Pero me refiero al portero profesional, ese que por los años, su educación y su honestidad se gana la confianza de casi todos los vecinos del consorcio y que incluso, tiene la llave de los departamentos. A muchos nos ha tocado vivir la experiencia de un desperfecto en algún servicio de la casa en el momento más inoportuno. ¿Y a quién recurrimos? Al portero. Y el tipo sube con un par de herramientas aún sin saber cuál será la encomienda. Mira el desperfecto, pega unos suspiros y acomete a lograr la solución. Y detrás de él, como conteniendo la respiración, queda la familia entera parada, mirando como el portero pone, y saca, ata con alambre, tira y afloja, corta con la tenaza… y de pronto el ansiado “ya está!”, y todos respiran aliviados en derredor del salvador. A cuántos tipos enjabonados que se les corta justo el agua caliente; niños encerrados porque falló la cerradura; mujeres que a punto de caerse todo de las bolsas del supermercado son auxiliadas por estos verdaderos factotums.
A fuerza de ser sincero, debo reconocer también que porteros como éstos, quedan pocos. Los de antes eran profesionales de esa función que resume el término de hoy. E incluso se hacían tiempo para, mientras barrían la vereda, piropear con altura a las damas transeúntes.
En verdad, salvo honrosas excepciones, ya no quedan porteros así.
En fin
Funes

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