viernes, 30 de septiembre de 2011

Memez

Ilustración de Anna Laura Cantone
1. f. Cualidad de memo.
2. f. Dicho o hecho propio del memo.  

Memo  
(Voz que imita el tartamudeo). 

1. adj. Tonto, simple, mentecato. U. t. c. s.  

Real Academia Española

Una memez es una tontería, una simpleza, una bobada, una mentecatez, una estupidez o una chorrada. 
Su plural es memeces.
 

1 comentarios:

Barros Matos dijo...

Seguramente muchos de quienes participan en el blogg han leído (o quizá no) mis semblanzas sobre mi padre. Era un hombre que amaba el trabajo, Pero…tenía en contra que, aunque era capaz de aprender todos los oficios con una capacidad de asombro, en poco tiempo, un par de años a lo sumo, se cansaba de ese trabajo y del lugar y necesitaba nuevos horizontes y nuevo trabajo. Mi madre lo notaba cuando comenzaba a caminar de un lado para otro, leer diarios de otras provincias y localidades, y convertirse de un ser alegre y conversador en un hombre callado y preocupado. Yo era un niño en ese entonces y pienso hoy hasta donde hubiera llegado papá en tiempos de celulares, informática e internet a su disposición. Tenía un taller mecánico en esa época en que buscaba una transición, en un pueblo de La Pampa, cuando le trajeron un camión con problemas de frenos y dirección. Conversando con su dueño, un hombre mayor llamado Aníbal Fernandez (no confundir con homónimos de esta época) que viajaba por los pueblos ofreciendo todo lo que la gente de un pueblo perdido en la llanura necesita. Telas, ferretería, vajillas, ollas, sartenes, baldes, artículos de limpieza, etc. etc. Tenía un problema que le dificultaba las ventas: su timidez, era en verdad un memo, y en el momento de hablar una tartamudez producto precisamente de su memez, dado que no era tartamudo, cansaba a la posible clientela. Mi padre se entusiasmó con la posibilidad de convertirse en vendedor, se ofreció a acompañarlo, y mientras duró el arreglo del camión aprendió con su rapidez habitual, los gajes del oficio. Esta vez no lo acompañamos, mi madre siguió en el pueblo fabricando sus alfajores, masas de crema de leche y otras delicias que ayudaban a la economía familiar. Papá con Fernandez volvieron a los 3 meses. Este hombre estaba eufórico. Quería asociarlo a mi padre, habían agotado la existencia del camión. Pero mi papá, si bien contento con su nueva capacidad demostrada, no quería este oficio. A él le gustaba hacer brotar de sus manos y su intelecto artefactos nuevos o arreglados. No le agradaba hablar para convencer a comprar. De manera que nos quedamos en el pueblo con el taller, mientras mi padre investigaba buscando aires nuevos y trabajos acordes a su gusto. Fernandez tenía un hijo joven y pensaba en pedirle que lo acompañara. Tenía su mismo nombre y…¿Quién le dice, ¿no?
BARROS MATOS

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