jueves, 14 de abril de 2011

Triquiñuela

Ilustración de Alex Levin
1. f. coloq. Rodeo, efugio, artería.

Real Academia Española

Una triquiñuela es una astucia que se emplea para algún fín.  Otros sinónimos posibles son: argucia, subterfugio, artimaña, ardid, pretexto, truco, treta, embrollo, engaño, embuste.

"Triquiñuela adorada, la de tu corazón, que se hace el distraido".

3 comentarios:

Edit dijo...

Esta palabra me encanta. La uso mucho, cuando tengo que advertir a mi receptor que le calé las intenciones.
Es un modo cantarino de decirle, que su treta no va conmigo, que siga su camino o que se quede conmigo, pero dejando las tretas.
Es un vocablo que no tiene una carga tan agresiva como tramposo, estafador, artero o embustero.
Cariños Cele...

Barros Matos dijo...

Voy a llamarlo Pedro Alarcón, que, lógicamente, no es su nombre real. Incluso dudo de que cuando se presentó, me haya dado el verdadero. Andaría por los 75 años, y lo conocí de casualidad, tiempo ha, un invierno, durante un viaje en tren desde Paraná a Buenos Aires. Con recordar cuantos años hace en que lamentablemente los trenes se desvanecieron de nuestro país, se darán cuenta que yo era un hombre joven sentado al lado de una persona mayor. Las largas horas, luego de un rato de lectura y otro de dormitar, invitaban al diálogo. El atardecer ponía su sombra sobre los campos que dejábamos en el camino, y la calefacción del vagón, a sus dos únicos pasajeros, nos hacía sentir cómodos y amistosos. La conversación la comenzó él, comentando las largas horas que viajaríamos, de un tema se pasó a otro, preguntó y contesté sobre mi trabajo, mi familia, los motivos del viaje, y cuando las preguntas las hice yo, me contestó con una sonrisa traviesa que lo rejuvenecía, que era un ladrón jubilado. Primero creí que bromeaba, pero me aseguró que era verdad. Me jubilé porque mis manos (mostró sus manos delgadas de largos dedos, podría haber sido cirujano o pianista) que temblaban ligeramente, por lo que dijo que ya no podía seguir ejercitando su oficio. Nunca usé armas, me dijo. Había sido chofer de taxi, que dejó cuando un senador lo tomó a su servicio exclusivo como chofer, y que cierta vez le pidió que una noche entrara a una casa que no era la de él a “requisar” unos papeles que no le pertenecían. Y así se inició en el oficio.
BARROS MATOS -- CONTINÚA

Barros Matos dijo...

Continué por mi cuenta, prosiguió el relato, cuando mi jefe perdió la reelección, pero siempre fui un ladrón caballeresco, nunca fui adepto la violencia bajo ninguna de sus formas, y acostumbraba a usar triquiñuelas para conseguir lo que quería. Ante mi pregunta, me contó algunas, sugiriéndome que no las pusiera en práctica. Simulaba ser casi ciego, y quien le ayudaba a cruzar la calle, “perdía” la billetera. Entraba en una confitería estudiando las mesas donde las damas dejaban colgadas de las sillas las carteras abiertas, tropezaba, se caía, y cuando se levantaba, ayudado por la gente, agradecía y se retiraba. Una de esas carteras quedaba sin el monedero. Pocas veces usó sus triquiñuelas para entrar en casas simulando ser de la empresa de luz o teléfono, (tenía uniformes de ambas) y como nunca tuvo socios ni resultó demasiado ambicioso, la policía jamás se enteró de su existencia. Cuando se casó, fue con la promesa de regresar al taxi y dejar el oficio. Y cumplió durante 30 años, hasta enviudar. Volvió por poco tiempo sólo por la emoción de la aventura, pero ya por un lado, la vista y las manos, y por otra, los hijos y nietos, que le pusieron penas graves si no se portaba correctamente. Cuando nos despedimos en Retiro, ya éramos casi amigos. Nos abrazamos, y cada uno siguió su camino. A los pocos pasos me llamó. Volví hacia él, que con una sonora carcajada me devolvió la billetera.
BARROS MATOS

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