sábado, 2 de abril de 2011

Brío

Óleo de Ricardo Carpani

(Del celta *brigos, fuerza).

1. m. pujanza. U. m. en pl. Hombre de bríos.
2. m. Espíritu, valor, resolución.
3. m. Garbo, desembarazo, gallardía, gentileza.


Real Academia Española

CXXIII
Tiempo, no has de jactarte de mis cambios:
alzas con nuevo brío tus pirámides
y no son para mí nuevas ni extrañas
sino aspectos de formas anteriores.
Por ser corta la vida, nos sorprende
lo antiguo que reiteras y que impones,
cual si fuera lo nuevo que deseamos
y si no conociéramos su historia.
Os desafío a ti y a tus anales;
no me asombran pasado ni presente,
pues tus anales y lo visto engañan
al transformarse mientras te apresuras.
Por mí, te juro que he de ser constante
a pesar de tu hoz y de ti mismo.

Sonetos de Amor
Por William Shakespeare
Versión de Manuel Mujica Láinez

2 comentarios:

Barros Matos dijo...

Pepe Barone era, según las mentas, un tipo de cuidado. En el 4 DE COPAS, bar al que acostumbro a ir las noches de los viernes para vivir unas horas distintas a las de la rutina semanal, el escritor e historiador Liberto Dinastía, que entre otros libros inéditos, escribió LA HISTORIA DE MI BARRIO, 1.710 páginas manuscritas con su letra pequeña y amuchada, acostumbra a contar algunas anécdotas de este varón, que ancló por un tiempo en estas calles, allá por los años 20. Pepe Barone reunía cualidades distintas a las comunes de los compadritos que pululaban por aquel entonces. Cuchillero de ley, de esos que gustó relatarnos Jorge Luis Borges, su daga en el costado izquierdo bajo el saquito cortón, salía de su vaina únicamente cuando se trataba de defender su honor, el de sus amigos y el de alguna dama que no recibiera el trato a que su sexo obliga. Era un hombre educado y galante, y ese hecho, entre un malevaje adicto a la procacidad, se tomaba veces como muestra de falta de hombría. Hasta hubo un tal Braulio “Chino” Dartola que se animó, con la daga en la mano, a tratarlo de afeminado. Relatando este suceso, nos dice Dinastía que el silencio que se hizo en el bar, parecía tener la voz de los presagios. Pepe Barone dejó en la mesa la copa que iba a tomar. Lentamente, con las manos a la vista, se levantó. Y sin sacar el cuchillo caminó despacio, como contando los pasos, hasta su ofensor, con la vista clavada y sin pestañear, en los ojos del otro. El sudor comenzó a bajar por la frente del Chino Dartola, que hizo el amague de dar un paso atrás, pero la vergüenza pudo al temor y se quedó quieto. Hasta que lo tuvo a medio metro. Y allí, artero, le tiró una puñalada al `pecho que Barone esquivó quebrando la cintura a un costado, a la vez que, sacando su puñal, pegaba con el lomo un golpe en la daga de su atacante. El cuchillo del Chino cayó al suelo, y cuando todos esperaban ver correr sangre, sin alterarse, Pepe Barone se agachó, levantó la daga tomándola por la hoja, y sonriendo le ofreció el mango a quien lo atacara. El Chino, miró su puñal, y sin alzar los ojos se dio vuelta y huyó del bar. Con su acostumbrada tranquilidad, Barone fue hasta el mostrador donde dejó la daga “Por si algún día viene a buscarla” volvió a la mesa guardando su cuchillo en la vaina, levantó la copa, tomó un sorbo, y preguntó a sus amigos ¿De que estábamos hablando?
Del Chino Dartola nunca se supo más nada.
Así era el Guapo Barone. Valeroso, resuelto, gentil hasta en el peligro. Un tipo de cuidado.
BARROS MATOS

Celestacha dijo...

Fantástico Barros !! me falta un nombre de pila para llamarlo a Ud. porque Barros Matos es muy largo a veces para nombrarlo. Invente un nombre de pila Barros, hágame caso.
Hermoso relato, los disfruto muchísimo y son muy valiosos para mi.
Un abrazo de fin de semana.

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