miércoles, 16 de marzo de 2011

Ahíto

Ilustración de Norman Rockwell
(Quizá del lat. infīctus, part. pas. de infigĕre, clavar o hundir en algo).

1. adj. Que padece alguna indigestión o empacho.
2. adj. Saciado, harto. U. t. en sent. fig.
3. adj. Cansado o fastidiado de alguien o algo.
4. adj. ant. Quieto, permanente en su lugar.
5. m. Indigestión, empacho.

Real Academia Española

Atiborrado, empachado, indigesto. "y lo que sucedió fue que de allí a dos días se murió la perra de ahíta" (El Quijote, capítulo XXV, 2ª parte

2 comentarios:

Barros Matos dijo...

A Alberto Linares, de niño, le decían Albertito. A los 4 años nació su hermano Sergio, y cuando comenzó a hablar, le costaba ese diminutivo largo y lo llamaba “Ahito”. ¿Puede un apelativo marcar un destino? Hasta los 4 años Albertito Linares fue un niño travieso, le gustaba correr, jugar a la pelota, la madre se desesperaba al ver lo poco que comía, y crecía delgado y sano. En las periódicas visitas que me hacían para el control de salud me encontraba con un niño de peso y estatura normal, buena complexión muscular, y con un organismo donde sistemas y órganos funcionaban a la perfección. Pero nació Sergio, y con él Alberto comenzó a ser, para todos, “Ahito”. El cambio fue radical, de travieso y andarín se convirtió en sedentario. La madre ya no sufría por su poco apetito, al contrario, comenzó a esconderle dulces, galletitas, manteca, queso, y otros alimentos que ingería a cualquier hora del día, sin que eso le impidiera las 4 comidas diarias. Engordó. De a poco su abdomen liso comenzó a tener rollos, sobre los hombros, brazos y muslos cargó bultos de grasa, su carácter se transformó de alegre en agrio, fastidioso, comenzó la escuela con el pie izquierdo, según dijo la abuela, pues al segundo día citaron a los padres por su pésima conducta. Recomendé, luego de hablar largo y tendido con el niño, que evitaran para siempre el Ahito y el Albertito. Sugerí que Tito sería apropiado. Que no mostraran abiertamente su preocupación por su gordura y sedentarismo, sin por eso dejar de buscar la forma de que volviera a aquel ritmo de vida natural y sano. Muchas verduras, mucha risa, mucha charla en la mesa con el TV apagado, mucho ocuparse de que volviera a sentirse cómodo en familia, para lo cual lo mejor sería consultar un psicólogo. Pasaron los años, Alberto Linares, y su hermano Sergio, tienen un estudio de abogados, juegan los sábados de tarde al fútbol, caminan 3 km. todas las mañanas y recuerdan con nostalgia, alegría y algo de pudor, aquellos tiempos en que los celos por el hermano transformaron a Alberto en Ahíto, con todo lo agregado a su personalidad por el significado literal del apelativo.
BARROS MATOS

Celestacha dijo...

El nacimiento del hermano lo empachó !!!! es buenísimo el concepto...como no se lo pudo comer para hacerlo desaparecer, se comía todo cuanto encontraba a su alrededor.
Excelente Barros, como siempre !

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