sábado, 21 de mayo de 2011

Abjurar

Ilustración de Andrey Renmev
(Del lat. abiurāre).

1. tr. Retractarse, renegar, a veces públicamente, de una creencia o compromiso que antes se ha profesado o asumido. U. t. c. intr. Abjurar de su religión.

Real Academia Española

El texto de la abjuración de Galileo es conmovedor, se ve en él a un hombre que se niega a sí mismo. Sorprende más porque Galileo tenía una fuerte personalidad. Fue la tortura de la Iglesia lo que le hizo dar su brazo a torcer, ante el dolor se pierde la razón. Encontré en la vieja biblioteca este texto, la abjuración de Galileo (Jean Pierre Dubarri):
inqiescudo
Yo, Galileo,
hijo del difunto Vicenzo Galileo,
florentino, de setenta años de edad,
personalmente presente ante este Tribunal,
de rodillas ante ustedes, Eminentísimos y Reverendísimos Cardenales, Inquisidores Generales en toda la República cristiana
contra la perversidad hereje.
Teniendo ante mis ojos los sacrosantos Evangelios
que toco con mis manos,
Juro que he creído siempre, que creo ahora
y que con la ayuda de Dios seguiré creyendo en el futuro
todo lo que la Santa Iglesia católica y apostólica tiene por verdadero, predica y enseña.
En vista de que este Santo Oficio me había ordenado jurídicamente abandonar la falsa teoría según la cual el Sol
es el centro del mundo e inamovible,
mientras que la Tierra no es el centro del mundo
y se mueve;
En vista de que no podía mantener, defender ni enseñar de ninguna manera,
oral o por escrito, la susodicha falsa doctrina,
después de que me ha sido notificada como contraria
a la Santa Escritura.
En vista, por otra parte, de que he escrito y dado
a imprimir un libro en el que trato de la misma doctrina ya condenada, aportando razones muy eficaces en su favor (…).
He sido juzgado como claramente sospechoso de herejía.
de haber sostenido y creído que el Sol es el centro del mundo e inmóvil, que la Tierra no es el centro del mundo y se mueve.
En consecuencia,
queriendo eliminar de la mente de vuestras Eminencias
y de todos los fieles cristianos
esta vehemente sospecha
justamente concebida contra mí,
vengo con corazón sincero
y fe no ficticia
a abjurar, maldecir y detestar
los susodichos errores y herejías y, en general, todo error, herejía y secta contraria a la santa Iglesia. Y juro que en el futuro
no diré ni afirmaré nunca jamás, ni verbalmente ni por escrito, cosas que puedan hacerme sospechoso.
Si conozco algún hereje o sospechoso de herejía,
le denunciaré al Santo Oficio o al Inquisidor del lugar
donde me encuentre ( … ).
Yo, Galileo, que suscribo,
he abjurado, jurado, prometido
y me he comprometido a lo que precede.
En fe de los cual, de mi puño y letra he firmado la presente declaración
de mi abjuración y la he leído en voz alta, palabra por palabra,
en Roma, en el convento de la Minerva,
el 22 de junio de 1633.
Yo, Galileo,
he abjurado, como anteriormente consta, y firmado de mi puño y letra.
Fuente: El averno

2 comentarios:

Barros Matos dijo...

Estimada Celeste. Escribo desde tierras lejanas, algo extrañas, y aparentemente hostiles. Quizá esta última cualidad nazca de un cielo que está, desde que llegué y de varios meses atrás, según leí en diarios viejos encontrados en cestos (nuevos no salen a la venta, las rotativas están silenciosas como los habitantes del pueblo) plomizo y bajo, impidiendo saber si el sol perdura y espera. Hay una similitud que expresa duda y preocupación en rostros de ceños fruncidos de caminantes que se ignoran unos a otros, de seres eternizados en mesas de café donde las palabras con que saludo al entrar no son escuchadas, y el camarero parece tardar siglos en llegar con paso lerdo y parco en palabras. Otros, en cambio, muestran una indiferencia real o fingida dentro de la misma actitud reconcentrada. Las casas tienen sus puertas y ventanas cerradas como ocultando adentro tempos de misterio. Los negocios de todos los ramos, de interior oscuro, parecen apurar a los pocos clientes llevados por alguna urgente necesidad. De una u otra forma, llegué a un mundo de solitarios donde algo ha sucedido en un tiempo cercano, que cambió la manera de ser de sus gentes que, o ignoran la génesis del suceso, o prefieren callarla. Vine a este país con un fin determinado que la extrañeza de lo que encontré me hace inútil intentar llevarlo a cabo. Por una parte, no se si quedarme un tiempo más para entender la psicología de estas gentes, oscuras como sus días, solitarias en la multitud, y tratar de desentrañar el misterio. Y por otra, siento el deseo urgente de subir al auto, volver a la ruta y, sin mirar para atrás, dejar que el sol me guíe de regreso hasta mi ciudad. Creo que es lo que haré, y le envío estas notas para el blog. Puede publicarla con confianza, aunque sin pruebas, lógicamente, nada traigo que testifique mis palabras, no pienso retractarme absolutamente en nada.
BARROS MATOS

Celestacha dijo...

Vuelva de ese pueblo, Barros, no vale la pena averiguar los motivos que hicieron a esos habitantes tan raros...quizá esté soñando...despierte y pásese a esta realidad. Avíseme cuando ya esté aquí. saludos

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