martes, 5 de julio de 2011

Alcuña / Alcurnia

Ilustración de Danny McBride
1. f. desus. alcurnia.
2. f. desus. alcuño.

alcuño.

(De alcuña).

1. m. desus. Sobrenombre, apodo.

alcurnia.

(Del ár. hisp. alkúnya, y este del ár. clás. kunyah).

1. f. Ascendencia, linaje, especialmente el noble.

Real Academia Española


Al-kunya "el sobrenombre, el apellido" ( indicando filiación, hermandad, posesión de un objeto, de una cualidad o decto, etc. ) "título honorífico" (los abasíes en el siglo IX otorgaban la kunya a modo de título nobiliario).
En las ciudades nacidas de los campos militares en los primeros tiempos de la conquista existía una separación notoria entre árabes y mawäli (clientes). En el caso de que un árabe llamase a uno de esos últimos lo hacía generalmente por su nombre (ism) o por su apodo (laqab), y si en cambio se dirigía a otro árabe, en señal de respeto lo hacía por su kunya; de ahí que en la Europa cristiana a los emires cordobeses se les conociese por sus kunyas, no por sus nombres y que el derecho malikí prohibiese a los no musulmanes llevar la kunya.
Este arabismo guardó en castellano algunas de las acepciones genéricas que comportaba en árabe, desarrollando y acentuando algunas, ya en sentido ascendente (ennoblecimiento semántico de alcurnia=linaje ), ya en sentido descendente (depreciación semántica de alcuño=apodo, mote); así, se fue especializando, refiriéndose la mayoría de las veces al "origen o ascendencia de familia o linaje". Curiosamente, la acepción moderna se encuentra ya desde las primeras documentaciones.
Los arabismos del castellano en la Baja Edad Media escrito por Felipe Maíllo Salgado, pág.239

1 comentarios:

BARROS MATOS dijo...

La frase “gente de alcurnia” era muy común cuando yo era chico. Y yo fui chico hace algo más de 60 años. Recuerdo un libro de esos tiempos, que se titulaba algo así como “Normas para comportarse en sociedad” donde explicaba que a la gente “de alcurnia” se la reconocía por sus vestidos, comportamiento en la mesa, en las reuniones, en la calle. Me quedaron grabadas algunas en la mente, porque a pesar de mis 12 o 13 años de entonces, me parecieron ridículas: Si caminando por una vereda, vemos llegar a una dama, un militar, funcionario de alto rango o un sacerdote, debe cedérsele la pared. Lo de la dama lo aceptaba, lo demás, no. Lo mismo que cederle el asiento a una dama, persona mayor (lógico) pero no tan lógico a ese funcionario, un militar o un sacerdote. Aclaro que esos consejos no eran destinadas a niños, si no a adultos. Los años al pasar fueron limando esas normas, que igual no todos cumplían, haciendo que las clases sociales tuvieran menos barreras entre ellas. Hoy, la “alcurnia”, como se la conocía, estimo que ya es parte de la historia. Ya no existe esa admiración por personajes rígidos y acartonados. Tampoco, quizá, sea del todo aceptable la nueva “alcurnia” pseudo transgresora, que impone modas en el vestido, el lenguaje, el comportamiento (y esto es en ambos sexos), y que quienes pertenecen a esta nueva categoría, conductores de TV sin límites en sus actitudes, cierto deportistas que estiman estar más allá del bien y del mal, cantantes y guitarristas con cadenas en el torso desnudo en escenarios cubiertos de humo, despertando en miles de seguidores un histérica euforia, no aportan nada a la que creo, es la verdadera alcurnia: la de la educación, la cultura, el apego al respeto comenzando por el autorrespeto, crecer siendo un ejemplo para las generaciones que siguen, para que la comunidad recupere esta humanidad que ha ido cediendo sus virtudes a la violencia verbal y física, a pasiones menores, a un desprestigio de la ética y la moral mínima e imprescindible. No creo ser un puritano. No acepté aquella “alcurnia” basada en fortuna y/o apellido, y tampoco esta, alejada de los bienes más importantes que elevan la mente y el espíritu.
BARROS MATOS

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