1. tr. Tragar la comida atropelladamente y sin mascarla. U. t. c. intr.
MORF. conjug. c. mullir.
Real Academia Española
Vine a vivir unos años a esta ciudad recostada sobre un río brutalmente caudaloso, y mi primera visión del Paraná fue un tanto romántica.. Hasta que un lugareño muy avezado, dirigió la atención a mi amiga y a mi, y con vos grave nos dijo:
"...Y ojo con el Paraná...es oportunista y siniestro...No sabe adonde irá los próximos cinco minutos y no es un río sino un pantanal que mata por constricción como la Anaconda...No tiene planes, es un colosal representante de la teoría del caos.Puede engullirse dos bellas damas como ustedes y no saciarse!!!"
Desde ese día lo observo en su recorrido serpenteante y no puedo ver sino una enigmática anaconda.
2 comentarios:
Tipo lo que se dice desenfrenado para todo, el Guaso Benitez. No tenía límites para nada. Lo que hacía lo hacía a la desesperada, como si se fuera a morir dentro de minutos y de esa forma, alargaba la vida. Durante un tiempo (corto, por suerte) nos acompañó en la mesa del 4 DE COPAS y lo toleramos por ser primo del Contador Maronini, pero era inaguantable. Fue una suerte que lo trasladaran a una localidad a más de 1000 Km., lo que nos libró de su presencia. Pero de todas sus actitudes tan a lo guarango ( a eso se debía el apodo de Guaso) ni el hablar sin parar y a 100 por hora, ni el beber cantidades exorbitantes de café, ni el fumar un cigarrillo tras otro terminando un paquete de 20 en menos de 3 horas, ni el contar la última película que vio con ademanes y relatando con cambios de voz todos los diálogos (esto último nos desesperaba hasta desear matarlo), nada se comparaba con verlo comer. No masticaba ni tragaba: engullía. Con el bocado de carne en la boca agregaba un poco de ensalada y pan y lo bajaba con largos tragos de vino y sonidos irrepetibles. El restaurant EL RAGÚ después de su tercera cena, le prohibió la entrada por quejas y amenazas de dejar de concurrir de quienes ocupaban las mesas vecinas, repugnados con justicia ante tamaño desborde. En cambio, en la cantina A COMER SE HA DICHO, organizaron el concurso denominado DE LA MILANESA COMPLETA. Los parroquianos apostaban cuantas era capaz de comer y en cuanto tiempo. La actuación de Benitez atrajo multitudes, y los dueños de la cantina debieron organizar el evento en dos actos, almuerzo y cena, para poder atender la creciente clientela. Mientras a nosotros nos alegró el traslado, los dueños de la cantina lo extrañaron, sus ingresos se redujeron drásticamente. Nos contaron que murió en un accidente, volcó al perder el control del vehículo mientras manejaba el camión comiendo un plato de estofado de lentejas.
BARROS MATOS
“Engullir”. Admitiendo el significado de “tragar” la comida sin más, alborotadamente, debo decir que, como en muchas palabras, cada uno de nosotros por su sonoridad, por el espacio de nuestra vida que hemos compartido con esa palabra, le terminamos dando un significado que se asemeja a la definición del diccionario, pero tiene también elementos de nuestra propia “inventiva”.
Engullir es una palabra que me lleva en un primer viaje,a mi infancia. Mis dos hermanos mayores y yo, los tres caminando en un verano tórrido de regreso del club en donde íbamos a pasar la tarde. Y juntábamos el dinero que nos daba nuestra madre para la merienda y nos ahorrábamos los boletos de colectivo, para volver caminando a casa por la avenida Rivadavia, llena de árboles florecidos: lapachos, jacarandaes, y veredas generosas y una felicidad interminable. Y a mitad de camino, pasadas las 6.30 de la tarde, una panadería en donde invertíamos todo el dinero recolectado en sabrosos bizcochos que no comíamos: engullíamos. Y mi hermano mayor administrando con justicia los mismos. Y siempre quedaba un premio, para el menor, es decir, para mi. Y así pasaba la infancia que me regalaron mis padres y mis hermanos. Entonces, “engullir” adquirió siempre para mí esa imagen que, complementando la del diccionario, era un sinónimo de “comer desbocadamente, pero con un placer infinito”.
Porque ahora que escribo estas líneas, engullir para mi era disfrutar esos bizcochos con mis hermanos, pero era la mano de mis hermanos cruzándome en las esquinas de ese regreso que fue, cada día, el mejor de mis paseos. Iba con ellos engullendo las crocantes galletas con grasa y sintiéndome más grande porque ellos, mis hermanos mayores, lo eran.
Y así pasaba la vida.
Es indudable que esa forma de entender la palabra “engullir” siguió acompañándome para siempre. Porque cuando una experiencia vivida nos dio felicidad, nos aferramos a ella, ahora con forma de recuerdo, para contener en nuestro cuerpo esa dicha vivida, volver a sentirla, seguir sintiéndola. Traer lo vivido al presente, con veredas anchas, árboles florecidos y mi hermano reservándome la última galleta.
Sigo viviendo de esos recuerdos. Engullir es entonces disfrutar, así de simple. Tan simple como cuando lo veo a mi padre, a mi viejo. Juntos vamos a ver partidos de Basquet en donde juega su nieto, mi hijo. Y en el entretiempo del partido, en la cantina ofrecen los mal llamados sándwiches de chorizo, los bien llamados “choripanes”. Y me invade la felicidad cuando lo veo bajar de las tribunas a mi papá a comprarse uno (y cuando hace trampas, dos) choripanes. No los come. Los engulle.
Quizá el no lo sepa, pero los engulle porque el solo verlo disfrutar de su sándwich, me hace feliz, tanto, como cuando mi hermano me guardaba la última galleta.
Funes
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