Óleo de Carlos Ferreyra |
embaucar.
(De embabucar).
1. tr. Engañar, alucinar, prevaliéndose de la inexperiencia o candor del engañado.
MORF. conjug. c. causar.
Real Academia Española
Todos hemos sido embaucados alguna vez, o conocemos a grandes embaucadores. Yo, por ejemplo, tengo un amigo virtual, literato,soñador, inteligente y lúcido, que es un gran embaucador con las palabras. Hay que estarse muy atenta, espabilada, con la guardia bien en alto para no caer en la trampa de sus encantos y persuaciones.
Pero vamos hoy a recordar aquellas historias de embaucadores que narran algunos cuentos infantiles. Entonces me viene a la memoria un cuento de origen árabe, reelaborado por Cervantes (El retablo de las maravillas), difundido por Gracián (Agudeza y arte del ingenio, XXVII y El criticón, III,4) y vuelto a reelaborar por Andersen (Los vestidos del emperador).De lo que sucedió a un rey con los pícaros que hicieron la tela, también conocido como el cuento XXXII: El traje nuevo del emperador, cuyo tema es el engaño que se suele producir cuando alguien te confiesa algo y no quiere que se lo cuentes ni a tus seres más allegados.
Lucanor, pide ayuda a su ayo porque un hombre le había propuesto un negocio pero le había pedido que no se lo contara a nadie, ni a aquéllos de su más absoluta confianza. Entonces comienza a narrar la historia de un rey que se deja embaucar por unos pícaros que decían saber tejer una tela que sólo podía ser vista por los que eran hijos legítimos de su padre. Entonces toda la gente de su entorno por temor a ser criticados y señalados como hijos ilegítimos decían ver la tela, cuando en realidad los pícaros no estaban tejiendo nada. Al final, los tres hombres fueron descubiertos, y el rey quedó en ridículo frente a todo su pueblo.
Don Juan Manuel, viendo esto, escribió unos versos que dicen:
A quien te aconseja encubrirte de tus amigos,
le es más dulce el engaño que los higos.
le es más dulce el engaño que los higos.
Ilustración de Arthur Rackham |
2 comentarios:
La duda es si Louis-Antoine D´Anvern fue un escritor y poeta francés a quien la historia le negó un lugar en sus páginas, o fue un embaucador que logró vivir de fraudes haciéndose pasar por un literato a quien la envidia de sus iguales relegaron. Todo lo que se sabe de él, es porque su nombre aparece nombrado por personajes famosos de su época. Habría nacido en el sur de Francia, en las cercanías de Toulouse, en lo que entonces era un pequeño pueblo de los Pirineos, Pau, y fallecido en París, según aparece en una placa que se conserva en el museo de aquella ciudad, ignorándose quien la hizo hacer (se presume que él mismo la ordenara) e informa: Louis-Antoine D´Anvern, Pau, 1750-París, 1801. El historiador Serge Revin-Fermet encontró su nombre por casualidad en una carta que Renèe-Pélagie Cordier de Launay de Montreuil recibe del Marqués de Sade, quien le dice esperar una biografía suya que D´Anvern habría escrito, y esto lo incita a investigar sobre ese desconocido. Encuentra que el matemático, filósofo y enciclopedista Jean Rond D´Alembert (1717–1783) se refiere a un poema de D´Anvern en un borrador para una enciclopedia, aunque ese poema no se encuentra en ninguna de las obras de este claro representante del movimiento ilustrado. Antoine-Vincent Arnauld (poeta y dramaturgo, 1766-1834) lo recomienda en una carta a su editor, M. Maernet, en 1789, pero los sucesos tumultuosos del comienzo de la Revolución Francesa obligan a Maernet a posponer el encuentro con D´Anvern que al final, no se lleva a cabo. Según Revin-Fermet, la verdad es que el poema era muy malo. Y el editor culpó al estado del país para evitar su publicación.
BARROS MATOS ---SIGUE
Otro dato de su existencia lo brinda Madame de Genlis, escritora conocida como Madame Brulat (1746–1830) que habría conocido D´Anvern por ser vecinos en Pau, y le dedica la primera edición de uno de sus libros “al viejo amigo de mi infancia”. En otras ediciones no aparece la dedicatoria. Habríase encontrado datos en los viejos libros de visitas del manicomio de Charenton, de que nuestro poeta desconocido visitaba a Donatien Alphonse Francois de Sade, conocido como el Marqués de Sade, quien falleciera allí en 1814, aunque la duda estriba en que figura como L. Danvers, lo que impide aseverar si se trataba de D´Anvern o no. La mala suerte se empecinó con negarle el lugar que quizá le correspondiera si se hubieran encontrado sus manuscritos, que D´Anvern entregara a Jean-Charles Gervaise de Latouche, (1715-1803) abogado y escritor de obras libertinas, a quien consultara por una denuncia en su contra realizada por Stéphanie Damés, por incumplimiento de promesa de matrimonio, y que le costó 2 años de cárcel. Nació una amistad entre el abogado y el escritor, y juntos acudieron el 16 de octubre de 1793 a presenciar la muerte de María Antonieta en la guillotina llevando los manuscritos para ir luego a ver al editor del abogado, pero en el tumulto que originó el pueblo enardecido, se lo robaron. O, según se dice, fue el pretexto del abogado para no llevarlo. Mientras, D´Anvern vivía de préstamos bajo promesas de devolución cuando se publicaran sus libros. Se presume, según comentara Latouche en reuniones de literatos, que D´Anvern habría sufrido un ataque de depresión, dándose a la bebida, suicidándose en el mismo lugar donde ajusticiaran a María Antonieta. Otro dato, más creíble según su historiador, es que se asociara con Charles Theveneau de Morande (1741-1815) famoso chantajista, y que enamorara a damas de la nobleza, casadas, a quienes luego su socio chantajeaba. Quizá alguna vez la verdad, ¿embaucador o poeta desafortunado? salga a la luz.
BARROS MATOS
Publicar un comentario