Ilustración en Riccartes |
(Del lat. augur, -ūris).
1. m. Oficiante, que en la antigua Roma practicaba oficialmente la adivinación por el canto, el vuelo y la manera de comer de las aves y por otros signos.
2. m. Persona que vaticina.
Real Academia Española
La palabra augurio, que suele utilizarse comúnmente en la expresión "buenos augurios", proviene de augur, nombre con el cual en la antigua Roma se designaba al sacerdote encargado de observar e interpretar los fenómenos celestes. Estos eran considerados símbolos de la voluntad divina. De esa manera, rayos, truenos o relámpagos eran interpretados como mensajes emitidos por los dioses. También en la adivinación del futuro, misión fundamental de los augures, se tenían en cuenta otros fenómenos considerados señales de la buena o mala voluntad divina : vuelo, nutrición y canto de los pájaros, movimientos de animales terrestres, incidentes producidos durante la observación.
El augur era pues un adivino que interpretaba fenómenos naturales como presagios de lo por venir. La voz castellana agorero deriva directamente del latín augur.
El augurio es la observación de los fenómenos citados y el resultado de dicha operación : la profecía, el presagio. El castellano agüero es el resultado de la evolución lingüística sufrida a través de los siglos por el latín augurium, siendo augurio una forma culta (cultismo).
Cabe acotar que el pájaro es un símbolo de la divinidad, representando su vuelo la ascensión desde lo terreno hacia lo celestial. No es casual que en la tradición cristiana el espíritu santo se simbolice a través de la paloma. Una connotación similar presenta el ave Fénix, además de estar asociado con la regeneración y el paso de una vida inferior a otra superior.
Toda actividad que se iniciaba o todo emplazamiento habilitado tras el consentimiento de los augures - una vez presagiada la buena voluntad de los dioses- se denominaba inaugurado o inaugurada. Se inauguraban así magistraturas, sacerdocios, fiestas, templos, poblaciones, etc.
Los augures efectuaban sus observaciones en un espacio rectangular denominado auguráculo, vestían la toga praetexta y su insignia era el lituus, especie de cetro con el extremo curvado.
Como manifestación de las creencias populares, los augurios han sobrevivido a la desaparición de las antiguas sociedades. Sobre todo en ámbitos rurales los augurios han gozado de una gran vitalidad. Descubrimos así que en algunas regiones españolas, como Galicia, hasta no hace mucho por lo menos se consideraba el hecho de derramar sal o de caerse una tijera al suelo como un presagio de muerte. También en Galicia tenemos las sinais (señas o señales) : ruidos, luces o voces misteriosas que anuncian la muerte para quien los percibe. También hay augurios de buena fortuna o suerte, por ejemplo el derramarse vino o caer encendido un fósforo (cerilla) al suelo.
Augur, augurio y demás palabras de la misma familia están formados a partir de la raíz indoeuropea aug- que expresa la idea de aumento, aumentar, siendo justamente estos dos términos otros derivados de tal base lingüística.
3 comentarios:
Por usos y costumbres, las palabras adquieren con el tiempo un sentido que no es exactamente aquel que el diccionario dictaminó para ellas. En este caso, augurio (que pueden ser buenos o malos deseos) en general lo usamos en el sentido de desear lo mejor y con esa palabra lo enunciamos:”nuestros mejores augurios”. Y de augurio deriva agorero. Y con “agorero” designamos a aquel personaje negativo que lo ve todo negro, que con rostro dubitativo tiene a mano siempre “Y sin embargo, es muy probable que…”cuando alguien envía un mensaje positivo sobre cualquier tema. El agorero encuentra el resquicio por el cual filtrar su necesidad de encontrar el lado opuesto, la posibilidad del fracaso, la casi certeza de que nada bueno saldrá de aquello que, para los demás, representa un buen augurio. Moisés Schuartz, nuestro “filósofo de entrecasa” como modestamente se designa este profundo pensador, y hablando del tema en nuestra mesa del 4 DE COPAS, nos decía que el agorero es alguien que nunca llega al final de un emprendimiento, porque a último momento duda de su capacidad; se presenta y se pone en la cola para obtener un empleo, y cuando le está por tocar el turno, se va. Nada “le sale bien” porque inconcientemente, al no tenerse confianza, algo hace mal, y fracasa. Necesita, entonces, no ser el único. Precisa compañía. Y sus agorerías son augurios, malos augurios, que nacen de esa necesidad de que los demás no lleguen a buen puerto en sus deseos o emprendimientos. Seguramente, razona nuestro pensador, en su infancia lo “ayudaron” a ser indeciso, no le demostraron confianza, quizá se burlaron de pequeños errores lógicos en los niños. Le sembraron inseguridad. Y con los años, necesitó, para poder acercarse a quienes opinan con fundamentos, encontrar el “pero” que haga pensar que es precavido y controla todos los factores que pueden influir negativamente. El agorero es un ser que sufre. Nunca está seguro si quienes lo escuchan lo toman en serio o, simplemente, lo toleran.
BARROS MATOS
Abelardo Puiggane (1806/1871) nació en Chile, y a los pocos años viajó con su padre que era militar al Perú, quien fue a combatir contra las fuerzas realistas al mando del General San Martín. De joven se instaló en Potosí en donde estudió derecho canónico y ciencias morales. En 1833 fue puesto preso por haber matado a su esposa. Nunca quiso salir de la prisión (estuvo confinado en la cárcel de Chuquisaca) en dónde ingresó como preso común y terminó sus días como director del presidio. Escribió “cincuenta sonetos populares”; “Reclamaciones a un dios nunca presente” y varios libros de poemas. También incursionó en el ensayo: “Opiniones célebres de hombres equivocados” en el cual fustigó a pensadores como Alberdi y Sarmiento, entre otros. De su libro “reclamaciones….”. este poema que tiene como valor el uso de la palabra “augurio”. Tiene forma de soneto y es en verdad, muy malo.
Odisea de dios
Se abrieron las puertas, como se abrían antes:
de par en par y sin develar misterios.
Rompiendo las forma que anuncian los encierros
Y dejando el camino allanado al visitante
Y entró nomás el hombre, con paso firme y fuerte
No reparó al costado el augurio de los vientos
(pensó que augurio era siempre buenos tiempos).
Se encontró frente a frente entonces, con la muerte
que no le habló. No lo miró y lo dejó como un incierto
Sujeto de metal, de sal o huesos, sin alma y sin suerte
Y en derredor lo cubrió con uno o mil espejos
“No soy tu dios, sino lo que ya no está en tu mente”
Le aseveró una voz en un idioma que lo dejó perplejo
Y entendió tarde –entonces-que allí todo era para siempre
Funes
Realmente existió este Sr. Abelardo Puiggane ? o es una ficción de Funes, con quien nunca puedo diferenciar la ficción de la realidad ?. Debo decir que su escritura es de un absoluto realismo fantástico o mi incapacidad de discernir es gigante.
Saludos agradecidos
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