Ilustración de Kelly Vivanco |
1. intr. Gemir y llorar, sollozando o clamando. U. t. c. prnl.
MORF. conjug. c. mullir.
Real Academia Española
Derivada de la palabra plañir (sollozar) y ésta del latín plangere, surge la palabra plañidera, o mujer a quien se le pagaba por ir a llorar al funeral de alguna persona.
Se hace mención de estas mujeres desde la más remota antigüedad. Para
expresar de un modo más enérgico la desolación que debía causar al
pueblo judío la devastación de Judea, el profeta Jeremías dice que el Dios de Israel mandó a su pueblo a hacer venir lloronas que él designa bajo el nombre de lamentatrices.
Este uso del pueblo hebreo pasó a otras naciones y sobre todas, se
conservó entre los griegos y romanos. Estos últimos daban el nombre de praefica
a la principal de cada comitiva de lloronas porque era ella la que
presidía las lamentaciones y la que daba a sus compañeras el tono de
tristeza que convenía según la clase del difunto.
Las plañideras iban cubiertas con un velo y llevaban un vaso en que recogían las lágrimas que derramaban. Estos vasos llamados lacrimatorios se encerraban con mucho cuidado dentro de la urna
donde se depositaban las cenizas del difunto.
Se encuentran representaciones de plañideras desde el Arte egipcio y llegaron a ser representaciones características en tumbas, sobre todo durante el período Gótico.
Actualmente se usa este término para referirse a cualquier persona que llora mucho sin motivo. También, a veces, doliente.
En las procesiones de Semana Santa en España, es usual ver plañideras
llorando tras los pasos, reflejando así su pena por la muerte de
Cristo.
YO VOY SOÑANDO CAMINOS
Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero,
a lo largo del sendero...
—La tarde cayendo está—.
En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día;
ya no siento el corazón.
Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino se serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
Aguda espina dorada,
quién te volviera a sentir
en el corazón clavada.
Antonio Machado
Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero,
a lo largo del sendero...
—La tarde cayendo está—.
En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día;
ya no siento el corazón.
Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino se serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
Aguda espina dorada,
quién te volviera a sentir
en el corazón clavada.
Antonio Machado
1 comentarios:
En este caso, casi es para aprobar que no esté tan usada esta palabra, suena bien. Pero esta actividad era detestable. No le veo sentido.
Aunque para descalificar a quien llora, se lamenta, sin motivo, no está mal.
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