Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?
Jorge Luis Borges / El ajedrez
(Del ár. hisp. iššáh, este del ár. clás. šāh, y este del persa šāh).
1. m. Cada una de las casillas cuadradas e iguales, blancas y negras alternadamente, y a veces de otros colores, en que se divide el tablero de ajedrez y el del juego de damas.
2. m. Heráld. Cuadro o casilla que resulta de las divisiones del escudo, cortado y partido a lo menos dos veces.
3. m. pl. Juego de ajedrez.
Real Academia Española
Los juegos tradicionales que han sobrevivido como inocentes pasatiempos hasta nuestros días esconden en su interior un tesoro, su verdadero significado virginal de índole más profundo, su esencia, que no es otra que el carácter sagrado que las sociedades ancestrales les otorgaban, como vehículos de conocimiento, y no como simples distracciones. En el tiempo mítico, cuando el hombre vive en perfecta armonía con el cosmos, los juegos poseen un carácter sagrado. En su rico simbolismo guardan los secretos necesarios, que de ser encontrados y aprehendidos, nos permiten recuperar el carácter de enseñanza iniciática que guardan en su interior, dándonos así la oportunidad de conocer el juego, nuestro juego, que en verdad es el sentido de nuestra vida, que finalmente no es otro que el conocimiento de nuestra verdadera identidad, y peregrinando más allá del cosmos, trascendernos, para obtener el conocimiento del Sí Mismo, la auténtica libertad incognoscible.
El juego del ajedrez es la representación de una cosmogonía, donde dos jugadores se enfrentan valiéndose de sendos ejércitos, actualizando el drama cósmico de la dualidad, sobre un pavimento cuadrado y adoquinado, formado por baldosas alternativamente blancas y negras.
El juego del ajedrez es la representación de una cosmogonía, donde dos jugadores se enfrentan valiéndose de sendos ejércitos, actualizando el drama cósmico de la dualidad, sobre un pavimento cuadrado y adoquinado, formado por baldosas alternativamente blancas y negras.
El tablero, lugar donde se desarrolla la trama del juego, es cuadrado, figura geométrica de cuatro lados iguales que son expresión del cuaternario, y que nos transmite la idea de armonía, orden y equilibrio, motivo por el cual se le asocia con el símbolo de la tierra. De este modo, el hombre queda inscrito dentro de los lados verticales y horizontales, limitado por las coordenadas que representan el espacio y el tiempo. Leer más...
En las civilizaciones tradicionales la figura del cuadrado era considerada sagrada, y poseía una carga mágica inherente. Para trazar el mapa cosmogónico donde se desarrolla el juego del ajedrez, el cuadrado es multiplicado simétricamente hasta alcanzar un cuadriculado de ocho columnas de base, número que le inspira un simbolismo intermediario, o de transición, entre el cuadrado (tierra) y el círculo (cielo), con la consecuente carga sacerdotal que esto conlleva.
Así el tablero queda dividido en una cuadrícula de 64 casillas, dentro de un diagrama de ocho por ocho cuadrados, la misma construcción que posee el cuadrado mágico alquímico de Mercurio-Hermes, cuya función es además de instructora y educadora, iniciática, y por tanto de transición e intermediaria entre Dioses y hombres.
Además, el tablero posee un carácter cíclico inherente, hecho que se manifiesta en que 64 es un número entero submúltiplo de 25.920, el número de años de la precesión equinoccial, y que para los hindúes corresponde a la duración de la edad de oro de un Manvántara.
Por otro lado, el carácter cíclico del tablero lo observamos al descomponer 64 como 6 + 4 =10, que se asocia con una vuelta al origen, y que corresponde en el Tarot con el arcano de La Rueda de la Fortuna, equivalente a la Rueda de Sâmsara para los budistas. En este arcano, anunciador de un nuevo ciclo, hay dos animales girando sobre la rueda, uno asciende, otro desciende, cual los dos ejércitos que batallan en el ajedrez, sobre ellos existe una esfinge inmóvil, símbolo de los cuatro elementos, asociados también a los cuatro lados que limitan el tablero. Hemos de trascender esta realidad que nos limita, donde gracias a la iniciación, podemos ascender a otros estados del Ser.
El tablero también representa la unidad metafísica, cuya primera emanación es la dualidad. Dios uno, y dual, como las dos mitades del huevo del mundo para las tradiciones egipcia e hindú, como el andrógino primordial platónico, el yin-yang de la tradición extremo oriental, como la yuxtaposición de colores blanco y negro del simbolismo del tablero de ajedrez.
Así, en el ajedrez aprendemos que la luz y las tinieblas, el día y la noche, el bien y el mal, se oponen, pero también se complementan, porque uno no existe sin el otro, como ocurre con todos los pares de opuestos y complementarios de este universo sexuado.
Fuente El Arka
Interesante también, contribuís a ampliar el vocabulario de los que pasamos por aquí. Si hubiera tenido que nombrar los casilleros del ajedrez o del tablero de damas, nunca hubiera atinado a decir escaque.
ResponderEliminarSaludos
Es la primera vez que leo esta palabra. Es bueno saber que esos cuadrados tienen nombre.
ResponderEliminarBesos.
Gracias, no conocía esta palabra,... y como comento Noelia, contribuyes con tu blog a ampliar el vocabulario... de nuevo gracias.
ResponderEliminarSaludos
Quiero aportar a esta tan buena presentación de Celeste, el poema completo de Borges:
ResponderEliminarEn su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.
Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.
Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.
En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.
II
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?
Hermoso...hermoso...
ResponderEliminarEl poema es genial y encierra gran sabiduría. Saludos
ResponderEliminar